El movimiento scout, en Salamanca, pronto será centenario.

Con el paso de los años y los lustros se acumulan tradiciones e historias, pero corren el riesgo de perderse porque cuesta mucho mirar hacia atrás, o hacia abajo, a las raíces.

Se ven más las ramas pobladas de yemas en las que se barrunta la primavera, o sea, el futuro.

Y hablando del futuro, mañana se presenta a votación de la 47 Asamblea de MSC-Salamanca un nuevo Consejo diocesano para los próximos tres años.

Con ánimo de no influir demasiado en el porvenir, voy a centrarme en algunas de las raíces scouts que profundizan en la Iglesia y en la sociedad salmantina desde hace cincuenta años.

Mayo de 1968.

Mientras los estudiantes de la Sorbona prohíben prohibir, inician la revolución sexual y ponen el mundo patas arriba, quince niños sordos de una Tropa scout que tiene su sede en el Colegio-Residencia de la Diputación de la Calle Vergara, caminan junto a la vía del tren hacia Alba de Tormes.

Varios juniores jesuitas son sus monitores.

La norma es clara: ir paralelos a la vía, pero fuera de ella, que por entonces -¡Tiempos aquellos!- todavía soportaba tráfico ferroviario.

Los niños son los niños y se ponen a dar saltitos de traviesa en traviesa y a hacer equilibrio en los raíles.

Llega el tren desde atrás, chufla que chufla, los niños no lo oyen, no pueden, y los monitores los sacan de la via a empujones, uno por uno.

¡Uf, pasó el peligro!

Febrero de 1972.

¡Qué frío hace en la caseta de esta era de Villares de la Reina!

Algunos estudiantes que se preparan para ser Hermanos Maristas llevan años viniendo a dar catequesis a la parroquia y se dan cuenta de que hace falta algo más.

Llaman al Consejo diocesano de MSC para que se encuentre con los chavales con ánimo de poner en marcha un Grupo scout en el pueblo.

La cosa no llegó a pájaros nuevos, no recuerdo por qué, pero alguna raicilla debió quedar prendida y cuando hay buena tierra, antes que después vuelve a brotar.

Aventuras similares sucedieron en Béjar, Ciudad Rodrigo, El Encinar, Calvarrasa, Zamora, Medina del Campo, Valladolid, Peñaranda.

Unas exitosas, otras aparentemente fracasadas.

Hoy, otros niños, otros pueblos y otros barrios aguardan a que la misión del escultismo se lleve a cabo.

Buena caza.

Antonio Matilla, sacerdote.
Consiliario General del Movimiento Scout Católico