Por necesidades del guión de la película de mi vida he tenido el placer de leer un libro bien interesante, ya citado en esta columna: “Anti-cáncer. Una forma de vida”.
O sea, que para luchar contra el cáncer no solo hay que aplicar medicamentos e intervenciones médicas varias, sino cambiar de vida, adoptar una forma de vivir más natural, equilibrada, solidaria y abierta a la dimensión espiritual y trascendente.
La corrupción, el choriceo, la picaresca globalizada y sistemática, ‘científica’, de ingeniería financiera, es un tumor que brota del corazón humano y disemina sus metástasis a lo largo y ancho del tejido social y no hay órgano vital que se vea libre del todo de su mortal influencia.
Por suerte, de lo hondo del corazón salen también los mejores deseos, propósitos y las decisiones más éticas, heroicas y solidarias, las obras más racionales, bellas y elevadas de nuestra especie.
Al igual que en el cuerpo humano individual, el cuerpo social es campo de batalla entre los buenos y los malos pero, al contrario de las películas al uso, en este documental no está garantizada la victoria de lo Verdadero, de lo Bello ni de lo Bueno.
Para mayor complicación, podría suceder que una célula social ‘buena’ se trasforme en ‘maligna’ por el contacto reiterado con agentes patógenos, como por desgracia sucede muchas veces.
La historia de la humanidad y de nuestra patria, o patrias, podría decantar nuestro ánimo hacia el pesimismo a la vista de la potencia del Mal y el poder altamente contaminante de los chorizos y malvados.
Pero no seríamos justos ni realistas si no percibiéramos a la par la fuerza callada de núcleos fuertes de ‘células madre’ espirituales que sanean el tejido social.
Por lo que a mí me toca más de cerca, mencionaré dos sistemas de órganos sociales que inyectan anticuerpos anticorrupción en las venas de nuestra sociedad.
En primer lugar, los cientos de personas que estoy conociendo en los últimos meses, de todas las edades que, tal vez sin saberlo, están cumpliendo el programa de Teresa de Jesús haciéndose ‘amigos fuertes de Dios’.
Catequesis de adultos, voluntarios de Cáritas y Manos Unidas, grupos de Biblia o de Liturgia, grupos de novios que se reúnen los domingos por la tarde, jóvenes cofrades, afiliados a ONGs, militantes de partidos y sindicatos que vomitan, se avergüenzan y echan fuego al mero contacto con las manzanas podridas, que son menos pero salen más en el telediario.
En segundo lugar: durante el finde que acabó ayer se reunieron en Fuenterroble de Salvatierra, 60 jóvenes scouts de la Rama Ruta del Movimiento Scout Católico, de 17 a 21 años, miembros de las Asociaciones diocesanas que están poniendo en marcha el programa piloto del escultismo para ese tramo de edad.
Como decía el fundador, Baden Powell, “el propósito del Movimiento Scout es formar personas dotadas de las tres ‘eses’: sanas, sonrientes y serviciales”.
Las tres eses se implican mutuamente pues no se puede servir ni ser útil a la sociedad si no se está sano espiritualmente.
No se puede sonreír –un gesto específicamente humano- si no se está sano por dentro o se guarda uno sus valores en plan individualista y no se puede estar sano si está amargado o es un borrego inconsciente.
Hay motivos para la preocupación, pero los hay más para la esperanza y, como decían los de Caritas en una reciente campaña, no debemos rendirnos ante el mal, la injusticia, la pobreza generada, el choriceo y la mangancia.
Antonio Matilla, sacerdote.
Los artículos de la sección ‘Tú opinas’ reflejan exclusivamente las opiniones de sus autores y no tienen porque coincidir con posicionamientos del Movimiento Scout Católico.