La nuestra (Santiago, Jon, David y Óscar) se cayó hasta el punto de que Óscar y yo estuvimos sepultados.

Cuando salimos vimos que a los de Salamanca se les había caído una tienda y seguimos durmiendo.

Después de ver eso y de que la gente hiciese fotos y vídeos fuimos a desayunar.

Más tarde todo el campamento se reunió en los campos de fútbol para oír unas palabras que nos quería decir nuestro jefe de sección como despedida del Jamboree.

Además nos leyó una reflexión como despedida.

A continuación pasamos al turno de las fotos. Cada subcampo fue pasando para hacerse la foto de grupo.

Cuando nos tocó a nosotros, subcampo Pacífico, los del subcampo del Atlántico nos empezaron a intentar provocar pero quedó rápidamente claro quién manda aquí.

Tras comer nos mandaron a arreglar un poco las tiendas que se habían caído. Nuestra tienda estaba mucho peor de lo que pensábamos, la noche había sido mortal para ella.

Por la tarde acudimos a la eucaristía que celebraba el obispo de Madeira, pero se tuvo que acortar debido al fortísimo temporal que nos azotó por la noche.

Para acabar la tarde nos dedicamos a hacer poesías a cambio de pines y una tarjeta de teléfono con una carga inicial de 2’5€.

Debido al mal tiempo tuvimos que cenar cada uno en nuestras tiendas y al final la actividad de la noche también se canceló.

Por una parte nos alegramos porque estábamos muy cansados, pero por otra nos dio pena ya que era la última noche del Jamboree.

Como siempre nos levantamos a las 7:00, y ya nos está empezando a cansar (por decirlo de manera educada). Este día nos tocaba visitar la capital de esta isla, Funchal.

Nos vestimos rápido, nos lavamos la cara y desayunamos con los salmantinos de San Pablo como de costumbre. Sobre las 8:30 estábamos en la puerta norte del Jamboree para empezar el camino de 14km, de los cuales 2 o 3 fueron en teleférico.

En la puerta norte, los 9 del grupo nos repartimos los bocadillos, los zumos, las manzanas y el agua que nos dieron y comenzamos a caminar por la carretera.

Caminando llegamos debajo de las nubes sobre las que está asentado el campamento. Allí hicimos una prueba de reconocer objetos al oír el sonido que hacían al caer al suelo (acertamos 4 de 5) y después continuamos.

Llegando a la parte alta de la ciudad nos juntamos con los salmantinos y por fin llegamos al teleférico. Nos repartimos en 2 cabinas y la verdad es que nos gustó mucho.

En Funchal dimos una vueltecilla para conocer un poco la zona y comimos antes de comenzar la actividad que consistía en sacarse fotos en ciertos monumentos o sitios y en los puestos con monitores hacer alguna prueba.

Comimos y nos pusimos en marcha, pero como vimos un McDonald’s y nos metemos en todos los que vemos en Portugal, pues dejamos las pruebas para más tarde… y no fuimos los únicos.

Nos sacamos un par de fotos tras unas hamburguesas y fuimos a la actividad marítima: por parejas, lucha de canoas en el Atlántico. Cuando nos tiraron a unos cuantos y nosotros tiramos también a otros, nos dimos un bañito hasta que ya nos echaron.

Entre fotos, alguna prueba, galletas de un supermercado y más McDonald’s se nos hicieron las 18:00. Nos reunimos con los monitores y por suerte nos llevaron en autobús. Los españoles no paramos de cantar, ya que íbamos todos juntos y éramos más que los portugueses. El conductor abrió hasta la puerta del autobús para que el autobús de al lado nos oyese.

Llegamos al campamento, y no nos podíamos creer que hubiese nubes. Las primeras desde que salimos de Vitoria.

Nos duchamos y la cena fue algo diferente: escenario con música, todo el campamento, bebidas buenas y comida para hacer en el fuego que correspondía a cada rama. Comimos patatas cocidas, pollo, ternera y unos bolos do caco (los txoripanes de Madeira). Había mucho humo (mamá, verás cómo se me ha pegado a la ropa) que molestaba, pero aún así fue una noche genial.

Al final de la noche nos fuimos a las tiendas y empezó a soplar un viento tan fuerte que derribó alguna.