Soy testigo de que, hace muchos años, la Brigada Político-Social de la Policía española nos tenía a todos controlados y sabían muchos detalles de nuestra vida privada.

Pero ese control era un juego de niños comparándolo con los exhaustivos archivos de la ‘Stasi’ en la República Democrática Alemana, como se puede ver en la magnífica película ‘La vida de los otros’, del 2006, dirigida por Florian Henckel von Donnersmarck.

La burocracia estatal en los países totalitarios era absoluta, omnipresente, con más memoria que un elefante. En los países democráticos la memoria del mal se acaba una vez cumplidas las condenas.

La burocracia del Estado democrático –Gobierno de la Nación, Comunidades Autónomas, Diputaciones y Ayuntamientos-, sin embargo, va por barrios: muy eficiente en Hacienda y en la Seguridad Social, mucho más aleatoria en otros ámbitos, aunque siempre con una tendencia enfermiza a controlarlo todo, tenerlo todo previsto y no soltar la presa ni siquiera cuando ésta muere.

En las sociedades democráticas no todo es democrático ni tiene por qué serlo.

Algunas empresas, por ejemplo, no destruyen los archivos antiguos ni perdonan los viejos pecados de los clientes.

Una compañía de telefonía me preguntó hace unos días por qué hace dieciocho años había pasado mi teléfono fijo a otra compañía de la competencia.

Otra empresa, subsidiaria del Ayuntamiento, me echó una bronca tremenda al poco del fallecimiento de mi padre, q. e. p. d., por no haberles llevado su certificado de defunción, lo que provocaba que las facturas vinieran a su nombre.

Presenté el certificado y hoy, veinticinco años después, las facturas siguen llegando a nombre de mi padre.

Hace diecinueve años dejé de contratar una compañía de seguros porque autoricé durante un mes a un segundo conductor de mi coche y durante años siguió apareciendo en mi póliza, a pesar de mis reiterados avisos, hasta que me harté.

Hoy, diecinueve años después, he vuelto a contratar un seguro con esa compañía y ¡Oh sorpresa!, otra vez me aparece el segundo conductor; una señorita latinoamericana ha corregido el entuerto por teléfono, veremos si el año que viene no vuelve a aparecer.

En fin, habría ejemplos para varias columnas más.

Asfixia más la burocracia que el calor de Ucrania.

Antonio Matilla, sacerdote.
Consiliario General del Movimiento Scout Católico