La caridad tiene mala fama en determinados ambientes sociopolíticos y de opinión.
¿Primero justicia y luego caridad?
Falso dilema, pues caridad es amor de Dios y el Dios de los cristianos, al que Jesús de Nazaret, ya antes de resucitar llama Padre suyo y de todos, tiene ampliamente demostrado que le importa la justicia y la exige a sus creyentes y a todos, porque la injusticia a todos nos afecta.
Justicia e injusticia no son abstractas, sino que tienen consecuencias prácticas en la felicidad de las personas, en la dignidad personal, en la salud y en la libertad, en la abundancia o la escasez, en una palabra, en todo.
El Dios bíblico de la justicia es el Padre de la misericordia: a la par que escucha los lamentos por la injusticia padecida y mueve los corazones a luchar por la justicia ausente, se compadece del que la sufre, que tiene nombre, cara y ojos.
Suele decirse que nuestra época está ayuna de valores y de humanidad, y será verdad.
Las necesidades de los pobres y de los empobrecidos por la crisis están creciendo exponencialmente.
Pero también están aumentando entre los cristianos y entre los ciudadanos en general la empatía hacia los más pobres, la solidaridad, la generosidad, el amor al prójimo.
Las subvenciones y las partidas sociales se recortan, pero las ayudas de Caritas a los necesitados aumentan.
¿Cómo explicarlo?
Los particulares –ricos, medianos y pobres- no han cesado de aflojarse el bolsillo, según su conciencia y posibilidades.
Las parroquias siguen realizando las colectas de los primeros domingos de mes con destino a Caritas.
Las Órdenes religiosas reajustan sus presupuestos para destinar más dinero a los pobres.
Las Fundaciones rascan sus menguados cajones con la misma finalidad.
Cofradías y Hermandades también comparten.
Particulares anónimos dejan herencias para los pobres.
Muchos han comprendido que no se trata de dar de lo que nos sobra, sino de cambiar de estilo de vida y ajustar las cuentas personales y familiares para compartir más con el que carece de lo necesario.
Posibilidades de colaborar hay muchas.
Hoy sugiero una para estresados: domiciliar en la cuenta bancaria una ayuda periódica a Caritas o a alguna ONG de las que realmente ayudan.
Y marcar dos cruces en la declaración de la renta: para la Iglesia y para otros fines sociales.
Antonio Matilla,
sacerdote.
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