Ya lo había recogido D. Miguel de Cervantes en el capítulo XII de la 2ª parte de ‘El Quijote’.

Debemos tener el corazón lleno de consenso, porque de él hablan ahora muchos, sobre todo los políticos y también algunos jóvenes.

El consenso se está adornando de una serie de cualidades, más o menos difusas, que enmascaran la bestia que puede llevar dentro para engañar a incautos o, lo que es lo mismo, a personas de buena voluntad, pero desinformadas.

¡Es tan fácil estar desinformado hoy en día!

Curiosamente, el exceso de información produce desinformación, pues nadie es capaz de embridar su avalancha a no ser que tenga una buena formación que le ayude a discernir la verdad de la mentira, lo importante de lo irrelevante, el sentimiento de amistad sincera del ‘buen rollito’, lo decisivo de lo accesorio.

Dice el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, que ‘consenso’ es un ‘acuerdo producido por consentimiento entre todos los miembros de un grupo o entre varios grupos’.

Hasta aquí bien, la RAE no se moja, no es su misión moralizar la sociedad; pero colabora a que se produzca la primera de las cualidades que debe reunir el diálogo, enumeradas por el Papa Pablo VI en su encíclica ‘Eclesiam suam’ hace ya demasiados años, en 1964: la claridad.

En aras de la claridad, la RAE aclara que ‘consentir’ tiene varios significados.

Entre ellos: permitir algo o condescender en que se haga; soportar, tolerar algo, resistirlo; resentirse, desencajarse, principiar a romperse.

Para que el consenso no acabe por romper la convivencia serían necesarias también la afabilidad, la confianza, la prudencia pedagógica, ‘armas’ pacíficas todas ellas del que se esfuerza en dialogar y, en algún grado, posee la verdad, sin negar a priori que el ‘contrario’ también la atesore.

Y para encontrar la verdad necesitaremos beber de las más claras fuentes, sin impedir a ninguno de sus manantiales que pueda llegar al mar donde bulle la humanidad común –metáfora horrorosa es el mar de Aral, desertizado por desviar sus fuentes-: la
fe en Dios, la Ciencia, la Poesía, la Música y todas las Artes, la solidaridad moral.

Y, en España, seguir el ejemplo de dos buscadores de la verdad: Ortega y Unamuno.

Antonio Matilla, sacerdote.
Consiliario General del Movimiento Scout Católico