Debo confesar que los himnos dedicados a los santos patronos de nuestros pueblos y ciudades siempre me han parecido un tanto cursis, pero últimamente dudo.

O quizá es que ‘mal de muchos, consuelo de tontos’, o sea, que la cursilería ha abundado siempre y hay que saber distinguir el trigo de la paja, no sea que una leve emoción estética –el hecho de apreciar que algo es cursi- nos lleve a rechazar valores importantes.

No se me ocurriría a mí rechazar, por ejemplo, un sistema de mensajería tan útil y barato como el WhatsApp –al menos mientras no le pongan un canon, que algo se rumorea-, por el mero hecho de que sus ‘emoticonos’ -algo así como los iconos que pretenden expresar las emociones- sean más cursis que una perdiz con ligas.

Si lo rechazara, estaría tirando por el desagüe, junto al almíbar empalagoso, la deliciosa fruta.

Un poco de humildad nunca viene mal, porque hay mucho ilustrado y mucha esclarecida que rechazan lo popular tildándolo de cursi, grosero, tradicional, anticuado, sin darse cuenta de que, en estos tiempos de relativismo, en que nada es verdad ni mentira, sino todo del color de la mayoría que lo mira, resulta que hay dos mayorías.

Una la sincrónica, la contemporánea, la que juzga, por ejemplo, que es bueno resetear el ordenador cuando sea necesario, chatear con los amigos –no me refiero a tomar chatos, que tiene poco glamour y no es tan chic como chiquitear-, leer y contestar el correo –no el que trae el cartero, no, el otro-, consultar la Enciclopedia, no la del abuelo, no, ni la de Diderot, la Wiki, hombre.

¿Puede una persona ilustrada fiarse de Wikipedia?

Otra mayoría es la diacrónica, que nos viene del pasado, de la historia, de la intrahistoria que decía Unamuno, algo así como el pasado que vive –a veces sin darnos cuenta- en nuestro presente y que nuestra libertad nunca nos permite saber si tendrá futuro a no ser que seamos adivinos, que es un oficio de lo más científico.

A esta mayoría diacrónica pertenecen monumentos humanos como las literaturas clásicas, el arte más valorado en las casas de subasta, la Biblia, el Talmud, el Corán, los libros sagrados del Hinduismo, los textos más apreciados del Budismo, las tradiciones orales de tantas culturas y religiones, la religiosidad popular, los himnos a los santos patronos.

Antonio Matilla, sacerdote.
Consiliario General del Movimiento Scout Católico