Lo suyo es fabricarlos con una rudimentaria máquina que convierte planchas de plástico de colores en motos y coches que harán las delicias de otros niños en India y Bangladesh.
Por diez horas al día de trabajo cobra el equivalente a 12 euros al mes.
A casi 4.000 kilómetros al este, en la ciudad china de Yiwu, las piezas de Emon serían inmediatamente descartadas por toscas.
Es la fábrica mundial del juguete, y, aunque no se encuentran niños en las fábricas, la situación de los empleados no es mucho mejor que la de Emon.
Según investigaciones llevadas a cabo el pasado verano -época en la que se produce la campaña de Navidad- por el diario británico The Guardian, las condiciones laborales siguen siendo similares a las que se encontró EL PAÍS en 2007: hasta 140 horas extra semanales, pagas que llegan un mes tarde, y multas por hablar o ir al baño sin permiso. Incluso en las subcontratas de las grandes multinacionales.
“Con la crisis la situación ha empeorado”, reconoce Wen Xiqi, una de las empleadas que fue entrevistada por este periódico hace cuatro años.
Ha cambiado de empresa y ahora ingresa casi el 50% más que entonces -en torno a 2.000 yuanes (240 euros) con horas extra-, pero asegura que la situación se degrada y comprende las recientes protestas en diferentes fábricas.
“Los jefes nos dicen que ya casi no hay pedidos por la crisis de Europa, y que no nos pueden pagar a tiempo porque el yuan está muy alto”, comenta por teléfono. “Siempre hay alguna excusa para que jueguen con nosotros”.
…
Más en El País