Ahora que el curso escolar está ya iniciado podemos afirmar que si hay algo en lo que generalmente hay consenso y además consta como pensamiento bonito para utilizar en las redes sociales es la frase “invertir en educación es invertir en el futuro”.
Y después, citando a T. W. Schultz, se habla de “capital humano”.
Sólo nos falta decir que “la educación no cambia el mundo, pero cambia a las personas que cambian el mundo”.
Repetimos las frases en las redes y nos quedamos con la ilusoria satisfacción de haber realizado ya la revolución, pero se trata de una revolución de salón.
Y aunque no hablamos en este caso de la educación reglada, conviene recordar que todavía siguen existiendo cientos de grupos pertenecientes a asociaciones de voluntariado que han organizado numerosos campamentos de verano.
No se trata de colonias realizadas en albergues, o de intercambios esporádicos para fortalecer un idioma o realizar unas actividades posiblemente atractivas pero dinamizadas a base de euros.
Hablamos de asociaciones juveniles que ofrecen continuidad en el tiempo, durante el año, como la enseñanza reglada, y durante varios años, a personas que tienen unos ideales y promueven valores como la creatividad, la tolerancia, el cuidado de la naturaleza, el esfuerzo personal, el trabajo en grupo, la apertura a otras personas y a otros pueblos…
Aprenden a crear su propia ciudad de lona en un espacio natural en el que hasta ese momento solo existía un terreno sin ningún tipo de instalaciones.
Friegan sus propios platos, lavan su ropa, juegan, imaginan, se divierten, comparten…
Aunque quienes lo organizan no cobran, por ser personas voluntarias, no por ello dejan de cumplir las condiciones mínimas de las administraciones que exigen titulaciones y diferentes garantías de seguridad, como debe ser.
El problema es que en el párrafo anterior uno quería añadir algo sobre cantar con la guitarra en torno al fuego de campamento.
Eso ya no es posible, ni siquiera en un espacio desarbolado, con garantías de que se va a apagar el fuego.
¿Cuántas catástrofes se han producido en un bosque a consecuencia de un campamento scout?
¿Cuántas oportunidades estamos perdiendo porque ya no se puede aprender a tomar medidas para controlar un fuego?
También hay graves dificultades para acampar en las cercanías de los ríos.
Entre las zonas inundables y la localización de las tiendas la normativa a veces no es demasiado clara y son numerosos los grupos que tienen problemas con las Confederaciones Hidrográficas a causa de esta cuestión, con unas exigencias y un nivel de diálogo que a veces hacen perder más tiempo a quienes se encargan de las cuestiones administrativas que para preparar la tarea educativa.
Estos grupos son muy sensibles al cuidado de la naturaleza, pero ahora se obliga a poner servicios químicos, alquilados por empresas, mientras que la tradicional letrina tiene importantes dificultades para sobrevivir, incluso con cambios adaptados al cuidado de la tierra.
Hasta las duchas con agua del río, a determinada distancia del curso fluvial, y con geles ecológicos, encuentran sus dificultades.
¿Tienen que llevarse esa agua a otro lugar cuando a pocos metros hay vertidos al río?
Por supuesto que nadie justifica tales vertidos, pero las varas de medir no son idénticas, especialmente en asociaciones que son muy sensibles al cuidado de la naturaleza, pero por pretender vivir en medio de la naturaleza encuentran tal cantidad de problemas que hay ya quienes hablan de tirar la toalla, de no realizar la actividad en determinadas zonas y replegarse a los albergues.
En la sociedad que vivimos es importante la seguridad.
Los acontecimientos de Biescas siguen estando en el imaginario colectivo y en el de las administraciones como una maldición, y quienes intentan educar transmitiendo unos valores que son tan necesarios en nuestra sociedad, tienen graves dificultades para hacerlo.
¿No es posible un acuerdo?
Claro que para determinadas instituciones estamos hablando de cuestiones nimias, como el sentido educativo de una actividad, por ejemplo.
Las asociaciones de voluntariado representan un barómetro del nivel de humanidad de nuestra sociedad, pero no se facilita su labor.
Y aquí no vale decir que se trata de algo que debe organizar la administración, porque si se ponen unos sueldos estas organizaciones dejan de ser testimonios educativos, que es lo que hoy nos falta.
La administración tiene bastante con procurar que en la enseñanza reglada no se olvide la educación en valores, pero la educación de que hablamos pretende que los chicos y chicas entiendan que por encima de las luces de la ciudad brillan las estrellas.
Eso solo puede hacerse durmiendo al raso.
¿Se encuentran en peligro de extinción los campamentos educativos en medio de la naturaleza?
José Serna André, vía Deia
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