Los azkarrak de Argizai Eskaut Taldea nos cuentan en primera persona la experiencia de este verano en Asís.
«Estábamos todos emocionadísimos desde el primer momento en el que montamos al autobús hacia Madrid».
Antes de lo que esperábamos llegamos a Roma. Cuando llegamos era de noche y en el albergue de Roma nos estaban esperando Elorrio, Kilimusi y Eskubeltz.
Al día siguiente llegó lo más esperado por nosotras, pasear por Roma.
Creo que hablo en nombre de todos mis compañeros cuando digo que nos enamoramos de esa ciudad. Pasaron unos días así, de turismo, cosa que nos encantó.
Cuando llegó el momento de coger el tren a Asís llegaron nuestras caras largas. «¿Podemos quedarnos aquí?» «No me quiero ir»
Cuando llegamos a Asís, empezamos a hacernos fotos con el cartelito que había en la estación, fue muy gracioso, porque parecíamos guiris emocionados. Luego llegamos al convento de las monjas Franciscanas.
Todas mirábamos a todos lados algo asustadas.
Nuestros queridos padres nos habían metido miedo en el cuerpo.
«Sandra, hija, que eso no va a ser como te imaginas, no vas a ir de compritas por Roma y con tu cámara al cuello, vas allí para aprender cosas nuevas y ver otras cosas diferentes. No vas a poder salir de fiesta ni maquillarte como a ti te gusta. ¿Seguro que quieres ir?»- » Que sí, mamá»
Pero fue totalmente distinto y en cuanto pasó el primer día, ya no estábamos asustadas. Aprendimos muchísimo de la manera de vivir de las monjas, gracias a las otoitzas conocí muchísimo mejor a mis compañeros y a mis monitores, pero sobretodo a Francisco.
Creo que de nuevo puedo hablar por mis compañeros diciendo que el estar en Asís, pisar todo lo que el pisó, hizo que nos interesáramos mucho más por el y que pusiéramos más empeño en todas las actividades. Llegó el final de nuestros días en Asís.
Entonces, curiosamente se repitió la escena que habíamos vivido el último día en Roma.
Empezamos a entristecernos al ver que nuestro viaje llegaba a su fin y que nos iban a separar de aquellas que nos recordaban a nuestras abuelitas y que tanto nos habían enseñado en pocos días.
Entonces nos fuimos a Foligno. Era un pueblo con algunos sitios e iglesias que visitar y con un albergue que tenía unos techos curiosísimos.
Descansamos un par de días con grupos y monitores distintos y creo que también pude conocerles bien. También tuvimos el esperadísimo encuentro con los grupos Italianos.
Al principio nos llamó la atención como iban vestidos y como tenían su campamento. Pero después de hacer un par de juegos con ellos nos dimos cuenta de que nos parecíamos mucho a ellos, de que éramos casi iguales, que defendíamos y queríamos lo mismo.(El momento del intercambio de pañoletas fue una de las cosas que más me gustó)
Cuando nos marchamos de Foligno, volvimos a Roma para echar un pequeño vistazo a nuestro sitio favorito.
Allí vivimos un momento muy especial: Amaia, se iba a marchar a Argentina y queríamos que además de recuerdos con nosotros en Italia, se llevara también un pedacito de cada nosotros.
Entonces, como locos, empezamos a escribirle en una bandera. No teníamos dinero para regalarle nada más pero creo que Amaia se acordará de nosotr@s.
A la hora de la cena se lo dimos. Se moría de vergüenza y estuvo muy bien.
Además, también les dijimos a nuestros monitores todo lo que nos habían enseñado y todo lo que significaban para nosotros.
Hubo alguna que otra lagrimilla, no sólo por lo que les dijimos, sino porque nuestro viaje ya llegaba a su fin. Minutos después, llegaron las doce y todo el mundo me felicitó por mis dieciséis años.
Me gustó mucho y vi que toda la gente que habíamos conocido allí merecía muchísimo la pena. Nos levantamos a las 5 de la mañana. Fue lo que menos me gustó.
Todo el día metidos en aeropuertos, aviones y autobuses.
Cuando nos reunimos en el aeropuerto de Barajas todos los grupos cantamos un montón de canciones que habíamos estado cantando aquellos días, como el famoso » Papaparibira» y el Zorionak zuri a Vanesa.
Una señora que hablaba al lado nuestro por teléfono decía «Ahora voy para allá, pero espera, que hay unos eskaut montando escándalo en el aeropuerto», fue muy divertido aunque el momento en el que cantamos el agur eskaut y nos tuvimos que despedir de nuestros compañeros en el autobús según íbamos parando en nuestros pueblecillos…fue triste.
No nos creíamos que todo se terminara ya.
Argizai llegó a Galdakao agotado. No teníamos ganas ni fuerzas para contarles a nuestros padres todo lo que habíamos vivido..
En definitiva, creo que todos llevamos un pedacito de nuestra experiencia en Italia con nosotros, que todos nos hemos quedado con esas personas que hemos conocido allí y con nuestros monitores.»