Por eso elegimos prepararnos y hacemos lo que, en cada momento, nos hace falta.

¿Andamos flojos de expresión corporal?

Pues nada mejor que montar un circo.

Otra. ¿No sabemos distinguir un chopo de un álamo?

Juguemos a ser detectives y a descubrir árboles en un parque.

Otra más, que esto es fácil.

¿Desconocemos qué asociaciones hay en el barrio?

Entonces hagamos una descubierta mezclada con una carrera de orientación con fotos y acabemos con un power-point para enseñárselo al resto.

Una más, que estamos en racha.

¿Hace mucho que no tenemos una experiencia de Dios?

Nuestra imaginación se desboca cuando la ilusión está presente.

Una de las actividades que más nos gusta es el campamento de verano.

Quince días de convivencia en un ambiente con otra vida, con otros ruidos.

Usando las palabras del mismo Baden-Powell:

“Además de adorar a Dios en las Iglesias, los caballeros andantes siempre reconocían su obra en las cosas de su creación tales como animales, plantas y la naturaleza en general.

Lo mismo sucede con los Scouts de hoy en día.

A donde quiera que se dirijan, aman los bosques, las montañas, los campos, les gusta observar y conocer los animales que allí habitan, y las maravillas que las flores y las plantas ofrecen.”

A ti, que vas a ir al campamento, Dios te regala una campa especial, con muchos árboles, buena zona de baño

¡y bichos que nunca habías visto!

Y con un montón de gente.

Es una oportunidad única para “sentir a Dios”, en la Naturaleza y en los demás.

Sólo tienes que dejar que aparezca, de una manera sencilla, natural, sincera.

Está ahí.

Siente su amor en los árboles o en la sonrisa de tu amigo.

Está ahí, esperando que le hables.

Y si no sabes qué hacer, puedes empezar por decirle un simple “Gracias”.

“Un regalo no es tuyo hasta que lo has agradecido”
(Baden-Powell)