Conocer bien a los otros es inteligente, conocerse bien a si mismo, es sabiduría, decía Einstein.

Ahora, que se acercan las vacaciones, no es mal momento para hacer un alto en el camino y adentrarnos en un dialogo interior profundo.

“Conocerse a uno mismo es la tarea más difícil porque pone en juego directamente nuestra racionalidad, pero también nuestros miedos y pasiones. Si uno consigue conocerse a fondo a sí mismo, sabrá comprender a los demás y la realidad que lo rodea.” (Alejandro Magno).

Ahora, que es más fácil que tengamos momentos de tranquilidad, sería bueno que relativizáramos para ver y analizar nuestra vida desde la perspectiva.

Relativizar tiene que ver con comprender que en circunstancias similares se tienen vivencias muy distintas.

Que hay personas que ven la botella medio llena y las que la ven medio vacía. Que unas se fijan en lo positivo de cada situación y otras se dejan apresar por el miedo.

En la sociedad y las circunstancias actuales es probable que existan razones objetivas para el pesimismo y el desánimo.

De hecho vivimos acosados por las malas noticias. Pero, aun así, nuestro malestar/bienestar tiene más que ver con cómo interpretamos la situación que con cómo es ésta en sí.

De ahí que relativizar y centrarse en la perspectiva adecuada sea fundamental.

Es momento, también, para buscar en nuestro interior.

Antes se decía que “la información es poder”. Hoy disponemos de mucha información, demasiada a veces. Tanta que no sabemos filtrarla adecuadamente y nos desborda la borrachera de información.

Nos pasa con muchas otras cosas de las que estamos saturados pero que no llenan el vacío interior que seguimos percibiendo.

En las interrelaciones humanas pesa más la cantidad que la calidad. Nos relacionamos con mucha gente y por muchos canales, pero ¿qué decimos? ¿Con quien hablas y compartes tus preocupaciones vitales?

Por último, la felicidad es más cuestión de frecuencia que de intensidad.

No está tanto en el día de “la gran felicidad” como en los buenos y frecuentes momentos, en las pequeñas cosas del día a día. La felicidad no está en la meta sino en el camino.

Así pues “buen camino”. Y allá donde vayas da testimonio de que Dios está contigo.

Vía Periodita Digital, Creyentes y responsables