Cada ministro de economía de cada país desarrollado se lamenta en cada ocasión de lo mal que están sus finanzas. A estas alturas, hasta los niños de tres años están familiarizados con el concepto de ‘déficit público’, y sus padres con el de ‘restricción presupuestaria’. Justo cuando los países más pobres ven sus necesidades dispararse como consecuencia de la crisis global y la subida del precio de los alimentos, los países ricos les dicen eso de “Cerrado hasta nuevo aviso”.
Entonces aparece una alternativa: un pequeño impuesto del 0,05% a las transacciones financieras más especulativas que permitiría generar hasta 300.000 millones de euros anuales. Este dinero es suficiente para financiar, al mismo tiempo, la consecución de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, la lucha contra el calentamiento global y el fortalecimiento de los programas sociales en los propios países ricos. Con dos ventajas añadidas: primero, la tasa cumple el bíblico principio de “quien la hace, la paga”, ya que son precisamente los responsabes de la crisis quienes cargarían con el impuesto, y no usted o mi vecina; segundo, la tasa carga contra la economía especulativa en beneficio de la economía real, lo cual ayuda a introducir varias dosis de sentido común en nuestro régimen económico.
Con estos mimbres, no es raro que sus promotores hayan decidido referirse a esta idea como la Tasa Robin Hood. Quitarle a los ricos e irresponsables para dárselo a quienes trabajan cada día para sacar adelante una vida difícil.
Si alguien nos hubiese dicho hace dos años que el Gobierno francés tendría este asunto como bandera de su presidencia del G20, muchos nos hubiésemos reído. Pero hoy está ocurriendo. Un puñado de gobiernos se ha unido a los millones de estudiantes, trabajadores, pensionistas y ciudadanos que reclaman alternativas justas y eficaces a esta crisis económica. A diferencia de los mandarines financieros que se beneficiaron de generosos rescates públicos y hoy reparten bonus entre sus compinches, ellos no están ‘back to business’.
Una oportunidad de cambio como esta ocurre una vez por generación, y parece que muchos lo han comprendido. La última tribu en unirse al club ha sido la de los economistas. En una carta que se presentará hoy en varios países, 1000 prestigiosos profesionales de esta disciplina, procedentes de las mejores universidades del mundo, avalan la solidez técnica y la oportunidad de esta medida. La misiva está dirigida a los miembros del G20 (España incluida) y a Bill Gates, a quien el G20 ha encargado el estudio de mecanismos innovadores de financiación del desarrollo.
Dudo que su influencia en la imperturbable Ministra Salgado sea tan grande como la de esos otros 100 Economistas que tan de moda están, pero es muy importante que los demás miembros del Gobierno presten atención, porque solo el fundamentalismo ideológico y los intereses de los especuladores se oponen a una idea como la Tasa Robin Hood. Apoyarla sería un digno testamento político para el Presidente Zapatero.
Via: El País. Por: Gonzalo Fanjul
(Puedes informarte y apoyar la iniciativa en la página www.QueNoPaguenLosDeSiempre.org)