Detener el flujo sanguíneo de la cabeza de Li le tomó menos de media hora, pero lo que precisó más tiempo -varias horas, de hecho- fue llegar al lugar del accidente.
Hace un año Spanenberg se disponía a coronar una importante cima con sus tres hijos, todos ellos scouts.
No es doctora, pero mientras estudiaba farmacia aprendió los auxilios rápidos y cómo actuar en caso de emergencia.
Asegura que siempre se había preguntado «cuando llegue la hora de aplicar todo lo aprendido, ¿voy a saber cómo actuar?».
Pero una vez allí, ante el accidente, la reacción fue inmediata.
Spanenberg no vio como Li caía por las rocosas montañas, pero oyó que algo sucedía.
Un grupo de 13 scouts, acompañados de cuatro responsables, estaban haciendo una excursión, cruzando un peligroso camino.
De repente, Li, uno de los adultos, ya no estaba tras ellos.
«Oía como su cuerpo iba rompiendo las ramas de los árboles a su paso», dice Spanenberg.
La rápida reacción de Spanenberg
La respuesta de Spanenberg fue instantánea: tras seguir con la mirada como el cuerpo de Li se deslizaba por la escarpada colina, decidió ir a por él.
Sin pensarlo, Spanenberg empezó a descender por la colina.
Todo buen scout lleva siempre un botiquín de primeros auxilios; no obstante, entre todos no tenían suficientes vendas para curar la herida de Li.
Por eso, tuvo que taponar la herida con sus propias manos durante 30 minutos.
Pero el peligro aún seguía allí, de modo que un servicio de rescate se hacía imprescindible para llevarlo urgentemente a un hospital.
Por otro lado, el grupo de scouts y los hijos de Spanenberg decidieron abandonar la zona y partir en busca de ayuda.
Mientras, Spanenberg y otro responsable scout se subían a Li a los hombros para llevarlo, cuidadosamente, a un claro más seguro y con cobertura móvil para pedir ayuda.
El rescate
La forma más rápida de sacarlo de ahí habría sido en helicóptero; pero después de una larga noche de tormentas y del fuerte viento resultaba peligroso realizar un aterrizaje en la zona.
Finalmente, una hora más tarde, llegó un grupo de rescate formado por 30 personas.
El equipo de profesionales asegura que fue uno de los rescates más difíciles y peligrosos con el que se habían encontrado.
El estado del accidentado, el mal tiempo, el difícil acceso a la zona… todo ello hacía que no fuera nada fácil rescatarlo.
El equipo tuvo que subir y bajar colinas, cruzar varios arroyos llenos de agua y musgo que les llegaba hasta las rodillas, sortear ramas caídas, evitar pisar rocas resbaladizas…
Realmente, fue una de las mayores operaciones de rescata de la zona en la historia reciente.
Y esto sólo fue la ida; la vuelta tenía que ser por el mismo camino por con un accidentado en la camilla.
Además, la noche ya había llegado.
Pero el trabajo y el esfuerzo mereció la pena y consiguieron llevar a Li a una zona donde las ambulancias tenían acceso.
Las impresiones de Li
Li reconoce que ésta ha sido una de las experiencias más intensas de su vida.
Asegura que, cuando estaba esperando el equipo de rescate, prácticamente inconsciente, temía cerrar los ojos «por si no podía abrirlos nunca más».
Estaba muy nervioso, y en el momento del rescate, sólo podía reconocer los árboles y el cielo a su alrededor.
Esta experiencia le ha marcado, estuvo a punto de morir pero Spanenberg no se lo pensó dos veces y acudió a por él.
Li le está muy agradecido, ella le salvó la vida.
Hace unos días se reencontraron porque Spanenberg fue honorada con un premio nacional de salvamento de los Boy Scouts Of America, asociación de la que forma parte Li y el grupo scout con el que iba aquel día.
Ahora Spanenberg es considerada una héroe, pero ella insiste en que el esfuerzo y por tanto, el final feliz, es cosa de todas las personas allí presentes.
Vía Indystar