Mucha gente cree que planificar es hacer una lista con las próximas tareas para mañana o la semana que viene.
Y eso es sólo una pequeña parte de todo el proceso.
Detrás de esa lista tiene que haber una serie de gestos y detalles menos evidentes, y que en realidad son los que definen el trabajo inteligente que buscas hacer mañana.
Entender, visualizar y prepararse para conseguir resultados exige querer y saber hacerlo.
Planificar no es saber que vas a viajar de Madrid a Barcelona, sino preparar la ruta que vas a seguir, conocer cuánto te va a llevar, decidir a qué hora vas a salir para evitar el tráfico, averiguar si hay obras o incidencias en la carretera, y hasta saber en qué lugares puedes parar a descansar.
Planificar no sólo es hacer la lista de la compra, también es repasar a fondo la receta del plato que vas a preparar, disponer todos los ingredientes frente a ti, reunir todos los utensilios y tener claro los pasos antes incluso de encender el fuego.
El verdadero corazón de la planificación, lo que está detrás del trabajo inteligente, implica todo esto:
- Decidir lo que vas a hacer.
- Saber también lo que NO tienes que hacer.
- Familiarizarte con lo que te espera.
- Anticiparte a lo que tendrás que hacer.
- Preparar el cuándo y el cómo por adelantado.
¿Y cómo se traducen todas estas ideas en la práctica?
¿Cuáles son los detalles a cuidar en la planificación del trabajo inteligente?
¿Cómo ir más allá de la simple lista para mañana?
- Reconoce el terreno
Como un explorador, recorre por anticipado el terreno que vas a pisar.
Revisa qué tipo de tareas tienes previstas hacer: tamaño, tiempo estimado, si son manuales o mecánicas, creativas, de análisis y concentración, a medias con un compañero…
- ¿Algún elefante cerca?
Si tienes previsto hacer tareas de gran tamaño (que lleven varias horas o toda la mañana) tienes que tratarlas de forma especial, como un miniproyecto.
Sigue algunas ideas prácticas como descomponerlas y repartirlas de forma inteligente entre dos días.
- Agenda, ¡háblame!
Tu trabajo no sólo se compone de tareas, sino también de citas y eventos.
Estudia tu agenda en busca de los grandes “trituradores de tiempo” como reuniones, visitas, desplazamiento, algún recado…
No subestimes el tiempo que pueden llegar a arrebatarte y así podrás fijar unas expectativas realistas para mañana.
- Un momento, una tarea
¿Cuál crees que es el momento más idóneo para hacer lo que te has propuesto?
Aún cuando puedas y vayas a alterar ese orden es bueno visualizar un orden, sobre todo al comienzo.
No lo dejes todo en manos de la improvisación.
- Planifica a la baja
No sobrecargues el día intentando hacer mil cosas.
Cuenta que habrá imprevistos y tal vez alguna urgencia.
Elabora una lista de tareas más ligera y menos ambiciosa.
Si luego el día va bien, siempre podrás rescatar más cosas de las previstas.
- ¡Listo para empezar!
Como la primera canción de un concierto, la primera tarea marca el ritmo y el éxito del día.
Asegúrate de tener por anticipado todo el material y herramientas que necesitarás de entrada.
Perder los primeros minutos del día recopilando, investigando o buscando, es un enorme despilfarro de productividad.
- Adelánte al “moroso”
¿Alguna de tus tareas previstas exige algo de otra persona?
Información, detalles, instrucciones, algún archivo…
Adelántate a todo eso, pídelo cuanto antes en forma de email y te ahorrarás un incómodo atasco en carretera.
Todo este proceso en la práctica no lleva más de 10 ó 15 minutos.
A base de regularidad y práctica, de conocer cada vez más cómo son tus tareas, la planificación inteligente pasará a ser uno más de tus hábitos o rituales.
Vía ThinkWasabi