El sábado viví uno de los momentos más emocionantes de mi vida.
Como Jefe de Clan del Grupo Scout Loyola, renové la promesa scout a nueve rutas, en su Investidura de Caballero Rover.
Estaba nervioso, como si el investido fuese yo.
Repasaba una y otra vez la ceremonia en mi cabeza, todas las palabras y gestos, cargados de simbolismo, que representan los ideales por los que comprometen su vida.
Quería tener las palabras bien claras para poder mirarlos a los ojos en ese momento tan especial en nuestras vidas.
Y allí los tenía, delante de mí, 5 hombres y 4 mujeres excepcionales.
No son importantes porque algunos de ellos lleven en el grupo desde manada.
Ni porque haya sido su educador desde tropa.
Ni porque nos hayan demostrado en lo personal, a mi mujer y a mí, que nos quieren profundamente.
Son importantes porque son ejemplo.
Hombres y mujeres jóvenes, que nadan contra corriente, que se complican la vida ayudando a otros dentro de una sociedad cada vez más egoísta.
Porque tras un proceso largo, de conocimiento personal y comunitario, lleno de experiencias conmovedoras, han llegado a una conclusión:
la mejor manera de ser feliz es hacer felices a los demás.
Doy gracias a Dios porque he podido conocerles y acompañarles hasta el final de esta senda.
Ahora comienzan otras rutas, llenos de alegría y esperanza por dejar el mundo mejor de como lo encontraron.
Ojalá en su camino piensen en mí como en un viejo bordón en el que apoyarse cuando lo necesiten.
Wen (Wenceslao Miralles)