La difusión en YouTube del trailer de una malísima película ha incendiado a los radicales islámicos de medio mundo y ya pesan sobre sus espaldas varios muertos, cientos de heridos y destrucciones sin cuento.

¿Hay algo en común entre Sam Bacile, seudónimo al parecer del director del bodrio cinematográfico y los que asaltan embajadas y asfixian a embajadores?

Creo que sí.

El pretendido director de cine goza de total libertad a la hora de pensar y de expresar sus ideas.

Los radicales musulmanes no admiten ninguna autoridad religiosa, ni moral, ni política que pudiera poner freno a sus desmanes; el Islam carece de una jerarquía religiosa que pudiera garantizar la verdad y cada creyente es libre y solo debe someterse ante Dios.

Encontramos una situación similar en las llamadas ‘sectas cristianas’, en las que tampoco hay jerarquía y cada creyente es libre de interpretar la Biblia como Dios o su subjetividad le dé a entender.

Por suerte o gracia de Dios, la mayoría de musulmanes y de cristianos tienen suficiente sentido religioso, probada inteligencia y sobrada humanidad para convivir en paz y trabajar juntos por el bien común, a pesar de todas las dificultades.

Siempre me ha sorprendido la admiración que muchos progresistas profesan al Islam radical.

Puede que en el fondo se deba a la coincidencia entre el Islam y la Modernidad de no admitir ninguna clase de jerarquía.

En el pecado suyo llevamos la penitencia los demás: la democracia se deteriora por el relativismo y la paz se aleja allá donde deban convivir musulmanes de diversas tendencias, o musulmanes y cristianos.

El papa Benedicto XVI se ha esforzado en el Líbano por mantener los puentes de diálogo y la colaboración mutua entre cristianos y musulmanes para construir la paz y la convivencia civil.

Lo tiene difícil y es posible que le hagan más caso los musulmanes creyentes y pacíficos –todavía la inmensa mayoría-, que los cristianos de medio pelo, aburridos de Dios, o excristianos indiferentes a Él.

Ejemplos de mal uso de la jerarquía tenemos muchos en nuestra historia y aquellos polvos nos obligan a recuperar su genuino sentido: el servicio a la verdad y a la caridad para que siga siendo herramienta que ayude a diluir los lodos de la guerra y de la injusticia sangrante.

Antonio Matilla, sacerdote.
Consiliario General del Movimiento Scout Católico