Con más de un siglo de historia a sus espaldas, los scouts nunca han dejado de tener presencia en Valladolid, pero jamás como ahora.
En los últimos tres años, espoleados por una crisis que ha obligado a muchas familias a buscar alternativas de ocio baratas para sus hijos, los scouts han experimentado un paulatino crecimiento que les ha llevado este año a cifras de récord.
De hecho, en relación con el año pasado, no solo han crecido las inscripciones, sino que se han creado nuevos grupos.
«En los tres últimos años estamos viendo cómo crece el número de grupos y el número de niños.
Ha crecido también el apoyo que recibimos de los centros educativos, que en nuestro caso son una fuente importante de posibles incorporaciones», explica Toñi Juan Gamalié, vicepresidenta de Scouts MSC en Castilla y León.
No duda en atribuir este crecimiento «histórico» a la crisis.
«Estamos viendo que los padres vienen a nosotros buscando propuestas de ocio económicas.
Pero luego ven la satisfacción de los niños y que ofrecemos un ocio que además es educativo y ya nos valoran por lo que hacemos. No sólo por el dinero», asegura Gamalié.
El contexto es importante, porque los años de bonanza fueron también años de desvalorización del tipo de ocio que encarnan los scouts.
Fueron años en los que las familias podían permitirse viajes en hoteles dentro del territorio nacional, o incluso por el extranjero, y la posibilidad de pasar quince días en una tienda de campaña parecía una opción de una sobriedad innecesaria, propia de otros tiempos.
La ‘burbuja’ económica y social impedía ver que, más allá de poder o no poder permitírselo, la propuesta scout respondía a unos valores de austeridad, respeto a la naturaleza, autonomía y autosuficiencia de los niños que se desarrollan mejor en un campamento que en ninguna otra parte.
El contacto con la naturaleza es esencial en el proyecto scout, lo que permite a los niños y jóvenes convivir con lugares tan privilegiados como los Picos de Europa, la Laguna Negra o el Lago de Sanabria, por citar tres espacios recurrentes como destinos de los campamentos de verano.
Nueva era tecnológica
Pero la naturaleza es, sobre todo, el espacio donde es posible aprender a valerse por uno mismo, sin el apoyo de las mil y una prótesis tecnológicas que hacen tan cómoda la vida en las ciudades.
Demasiado cómoda, en realidad.
«Los niños hoy están malacostumbrados. Están muy acomodados. Algunos no saben ni siquiera lo que es un estropajo porque en su casa usan siempre el lavaplatos.
Tienen tal cantidad de objetos que les facilitan la vida que no saben ni aprenden cosas elementales», explica Nieves Hernández, la responsable de Programas de ASDE en Castilla y León.
En los campamentos scouts no hay lavaplatos, evidentemente.
Cada niño recoge sus cubiertos, los limpia y además, colabora en la limpieza y la organización general.
No vale hacerse el ‘comodón’. Todos tienen que echar una mano.
Por el camino, no solo están aprendiendo a trabajar en grupo, sino también desarrollan su autonomía personal e incluso la autosuficiencia.
Algunas experiencias pueden resultar impactantes.
A Paula Medina-Bocos, una chica de 18 años del Grupo del Pilar (MSC) no se le olvida la primera expedición en la que tuvieron que aprender a subsistir solos durante varios días.
«Pedíamos a la gente del pueblo que nos diera comida a cambio de trabajo.
Algunos nos recibían con mucha amabilidad y no había problema, pero otros no.
Es una de las experiencias que más te hacen madurar.
Aprendes el valor de la comida», explica. En el grupo de Paula, además, tienen otro modo de desacostumbrarse, rápidamente, de las excesivas comodidades de la vida habitual: las duchas siempre son con agua fría del río y a manguerazo limpio.
Con todo, lo que probablemente cueste más al principio es la desconexión tecnológica.
Nada de móviles, tabletas, ordenadores o cualquier aparato tecnológico.
Más que nada, porque en pleno campo no sirven para nada, pues no hay electricidad.
Y esto se aplica también al mundo de los juegos.
Frente a los sofisticados juegos virtuales, se encuentran los sedentarios toda la vida.
Juegos tradicionales como el escondite o el pañuelo siguen ahí, esperando a niños que quieran volver a disfrutar con ellos, pero que han sido arrinconados por los nuevos hábitos de ocio debido a una excesiva planificación en los horarios de los más pequeños.
Un movimiento que enseña a los niños a través de la acción
Los scouts se cuentan entre los pocos supervivientes de una red de grupos de ocio alternativo que llegaron a tener una amplia presencia en Valladolid, pero que han ido desapareciendo.
«La ventaja de un movimiento como este, que ha superado los cien años de historia, es que cuentas con una trayectoria y una estructura que te permiten afrontar momentos difíciles.
Otros grupos más pequeños no pueden», opina Toñi Juan Gamalié, vicepresidenta regional de la rama MSC.
El secreto de los scouts es la educación por la acción.
«Los niños aprenden haciendo cosas. Ya sea en contacto con la naturaleza o desarrollando hábitos saludables», explica Nieves Hernández.
Eso significa, por ejemplo, que los niños entienden lo que es ser responsables, asumiendo responsabilidades; a ser más autónomos, demostrando capacidad para organizarse por sí solos; el valor del trabajo en equipo, mediante la colaboración con otros para desarrollar proyectos; y a ser austeros mediante la convivencia en un entorno despojado de cualquier exceso.
Vía El Norte de Castilla y foto