Al igual que Robert Baden Powell, que de niño jugada fútbol, Olave Claire Soames, el nombre de soltera de Lady Olave, se dedicaba a montar a caballo y tocar el violín.

Una mujer activa, que siempre estuvo en contacto con la naturaleza y adicta a los viajes por Europa (y luego por el mundo). Y

a antes de los 17 años ya conocía una buena parte de Gran Bretaña y de Francia…

Por lo tanto era inevitable que, en 1912, arriba de un barco llamado “Arcadián”, conociera a un explorador, general del ejército británico y reciente creador del movimiento juvenil más grande del mundo, Robert Baden-Powell.

La diferencia de edad fue un tema complicado para Katherine, la madre de Lady Olave.

Jamás la esposa del héroe de Mafeking pudo portar dentro del hogar de los Soames el uniforme scout (guía), ni menos hablar de Robert.

Rechazo que con el pasar de los años separó a madre e hija.

Una historia al estilo de teleserie dramática, pero real.

Más tarde siguieron los viajes para difundir el escultismo y el guidismo por el planeta.

Juntos conocieron los cinco continentes y Olave acompañó al fundador con su vida en África, a los pies del monte Kenia, hasta que el fundador falleció, el 8 de enero de 1941.

Pero lo más emocionante estaba por llegar.

Al igual que las cartas de despedida que les escribió a los scouts del mundo, amigos y personas cercanas, el corazón de Baden Powell hasta el último minuto estaba lleno de amor por su compañera Olave (o Dindo, como le decía BP a su mujer).

“Lo más importante en el mundo, eres tú, mi amor.

El hecho de tener que dejarte es el dolor que más me obsesiona (…)

Una cosa que me tranquiliza es que tú eres tan razonable que lo verás en su justa proporción, como una cosa natural que tiene que suceder, y te enfrentarás a la prueba con valentía durante un corto trecho, hasta que el tiempo sane la herida”.

Podéis leer la carta al completo aquí.

Vía Patio Scout y foto