La montaña acostumbra a ser un lugar sagrado en casi todas las culturas.

Desde la mitología griega, en la que el Olimpo es la casa de los dioses, pasando por el monte Sinaí, en el cual Moisés recibe las Tablas de la Ley, hasta la muerte de Jesús en la montaña, solo.

Todavía hoy continúan estas creencias, de forma que la cumbre más alta del mundo, el denominado Everest por la cultura occidental, y cuyo nombre auténtico es «Chomolungma», que en realidad significa Diosa Madre o Diosa del País, es para los Sherpas o guías nativos, un lugar venerado como lo son cientos de montañas por todo el mundo.

Además de esto, hay una realidad más cruda si cabe: la montaña y los conflictos bélicos se unen casi desde y para siempre.

Aníbal cruza los Alpes con sus tropas, el rey Pelayo derrota a los sarracenos en el valle del Deva en Covadonga y, ya en tiempos más cercanos, en la Segunda Guerra Mundial, el ejército alemán es vencido por el general «Invierno» y sus divisiones sufren las inclemencias meteorológicas de las montañas que, aún a día de hoy, sirven de refugio a muchos huídos por diversas razones.

Paralelamente, las montañas también se convierten en centros culturales.

La necesidad de atravesarlas por peregrinos o comerciantes, las guerras y el tráfico de ganado hacen que en ellas o en sus laderas se erijan importantes centros y monasterios en los que se estudian y guardan todas las ciencias.

El arte de la construcción para hacer carreteras, la astronomía y la meteorología para guiar a los viajeros y la medicina para asistir las congelaciones, el mal de altura y otros accidentes sufridos por quienes las recorren.

Pero los humanos tenemos una característica que nos impulsa a conocer todo y a explorar por curiosidad.

Y esto hace que existan entre ellos guerreros, mercaderes, científicos o grupos que se dedican a escalar montañas.

Estos últimos dan lugar a la aparición del deporte del montañismo, que según las estadísticas, es uno de los deportes con más practicantes del mundo.

Todos los picos más altos de los continentes han sido ascendidos y el rumbo ha cambiado.

Ahora se buscan las caras más difíciles, los recorridos se hacen en cualquier época del año, las carreras por montaña se diversifican y la escalada técnica de grandes paredes se hace deportiva y de competición.

Es preciso un enorme esfuerzo de investigación en técnicas y en materiales para que todo esto pueda llevarse a cabo.

Pero ya es imparable, pues este deporte moviliza masas y, cada día más, el hombre quiere estar, competir y disfrutar en y de las montañas, las cuales, además, gracias al turismo, se convierten en fuente de ingresos en numerosos países, lo que obliga a crear una estructura de seguridad y, además, a tener escuelas de enseñanza para la práctica de este deporte.

Vía Wikneos