Antonio Matilla, Consiliario General de Scouts MSC, nos cuenta en este artículo impresiones sobre la Jornada Mundial de la Juventud y sus posibles polémicas.

Tengo la costumbre –creo que buena- de hablar con jóvenes siempre que puedo, aunque últimamente menos, por circunstancias mías y mal rollo suyo, que a algunos no les mola estar con viejos. Unos cuantos me han manifestado, en directo o por Internet, su desagrado y escándalo por el –dicen- dispendio económico de la Jornada Mundial de la Juventud, sobre todo en estos tiempos de crisis.

Otros, por el contrario, están entusiasmados porque van a vivir una gran fiesta de la fe. Si un porrón de ellos –miles en Salamanca y Zamora, más de un millón en Madrid- esperan vivir la JMJ como una fiesta, sus coetáneos deberían echarles una mano solidaria para que lo consigan.

La fiesta es necesaria en la vida de los jóvenes y en la de todos. Motivos para la fiesta hay muchos en este mundo plural que nos habita. Y así, estos cientos de miles de jóvenes –y los adultos que les acompañamos- vamos a celebrar una gran fiesta porque Jesucristo vive en nosotros y en su Iglesia.

Como toda buena fiesta, tiene tres dimensiones: celebración del pasado vivido, conciencia de que el presente merece vivirse y anticipación de un futuro deseado y perseguido, futuro de fraternidad, alegría, paz y justicia, amor, gratuidad y perfección –santidad se decía antes-; un futuro vivible en un mundo vivible para todos, también para los que no piensan como nosotros.

Va a ser una gran fiesta del Espíritu y lo espiritual tiene también su economía, aunque no la pague el erario público. Al ser una fiesta de fe, pondrá cimientos a la confianza en la conciencia de los jóvenes y ya se sabe que sin confianza no hay economía próspera. Estos jóvenes han demostrado que pueden emprender proyectos a largo plazo, pues muchos han ahorrado y trabajado durante años para poder venir.

Practican la dimensión social de la economía mediante la cuota de solidaridad y levantando viviendas sociales.

Será una muestra viva de la Globalización positiva y un pequeño ensayo de la Civilización del Amor, universalizando y avivando la conciencia de la solidaridad. La suya es una economía sostenible, o mejor sustentadora, orientados por la opción cristiana preferencial por los pobres. Y respetuosa con el planeta, nuestro hermano mayor, si seguimos la mística de Francisco de Asís. Tengamos la Fiesta en paz.