Caminar varios quilómetros en un ambiente de montaña, requiere una preparación muy diferente a la de una actividad de una o dos jornadas.

Habrá que ser cuidadoso con la planificación, el equipo y, lo más importante, con el medio de locomoción: nuestro cuerpo.

Sin olvidar que estamos realizando una actividad lúdica, placentera, unas vacaciones especiales, habrá que ser ordenado y metódico y, sobre todo, sacrificarse ante algunas tentaciones para después obtener satisfacciones que serán mucho mayores.

Como en toda actividad física o deportiva, el secreto está en la fortaleza mental y en una buena preparación.

Que las sorpresas nos la de el paisaje, los animales, las nubes.

Pero no nuestra mala cabeza.

 

Una travesía a nuestra medida

Nuestra preocupación básica debe ser realizar la travesía de forma relajada.

Antes que nada habrá que repasar el itinerario total previsto, verificar que estamos ante un reto que podemos asumir y, aun así, prepararnos para entrenar nuestro cuerpo y nuestra mente ante la exigencia física, las subidas y bajadas, los cambios de firme, los cambios de tiempo e incluso, por qué no, a las pequeñas decepciones.

Será muy conveniente que unas semanas antes tonifiquemos nuestra musculatura convenientemente, haciendo salidas a la montaña tan a menudo como podamos.

Se trata de habituar al cuerpo a un esfuerzo regular y mantenido. Porque ahí esta la clave de cubrir una larga travesía disfrutando: no someterse a sprints alocados.

Estamos ante un maratón, y lo que se reclama es regularidad y resistencia y no explosividad.

 

El equipo

Debe ser suficiente pero no pesado, incluir todo lo imprescindible.

Pero, ¿qué es imprescindible? En el diseño realizado en este tipo de actividad, está previsto contar con alojamiento cada noche.

Por tanto necesitaremos una mochila con ropa limpia y funda de vivac, chaqueta de polar medio, chaqueta ligera impermeable-traspirable (cortavientos), gorro para el sol, gafas de sol, bastones telescópicos, cantimplora, linterna frontal, navaja, mapas brújula, botiquín, cámara fotográfica y documentación.

Los bastones descargan las rodillas en las bajadas, afianzan en algún paso indeciso y nos evitan trastabilleos absurdos al vadear ríos y torrentes sobre piedras o troncos.

Lo demás que pueda ir surgiendo deberíamos poder comprarlo en las localidades por las que vayamos pasando: comida y bebida.

 

Dormir

El truco está en instalarse en una disciplina que intentaremos mantener a toda costa.

Levantarse temprano, tomar un desayuno lo más completo posible y dar el primer paso de la etapa antes de las ocho de la mañana sería lo ideal.

Ello nos garantiza que, por larga que sea la jornada, estaremos dándola por finalizada entre las tres y las cuatro de la tarde, cuando el sol ya empieza a caer en invierno.

Tiempo suficiente para asearse, reordenar las cosas, tener horas libres para lavar la ropa, leer, conversar, jugar y cenar temprano.

Hay que ir a dormir también pronto, y calcular que necesitamos un mínimo de siete u ocho horas de descanso para estar en condiciones al día siguiente.

Si creamos una rutina de este tipo –al tercer día ya nos parecerá lo más natural del mundo- estaremos sentando los cimientos para que la travesía se convierta en una cosa fácil.

Siguiendo con los consejos relacionados con nuestro sistema de transporte: hay que cuidar mucho nuestro medio de locomoción, los pies.

Al final de cada etapa los liberaremos de las botas y los calcetines, calzaremos algo más cómodo y procederemos a una inspección para detectar rozaduras, ampollas, o cortes.

En caso de encontrarlos, los trataremos con mimo y método, pues una de estas pequeñas heridas puede ser una tortura. Los pies requieren higiene especial, debemos lavar esa zona y vestirla cada mañana con calcetines limpios y secos.

 

Alimentación

Saber alimentarse y escuchar las necesidades energéticas de nuestro cuerpo es otro de los aspectos que marcan la frontera entre la gran travesía placentera o extenuante.

Debemos optar por desayunos completos, que incluyan zumo, fruta, yogur, tostadas con mermelada y mantequilla.

Con eso tendremos energía para buena parte de la jornada.

¿Cómo solventar la comida del medio día?

Será mejor cargar con algo ligero y sacrificar las papilas gustativas en beneficio de la comida liviana y muy energética que someter al organismo a un esfuerzo de digestión que nos puede pasar factura con plomo en la barriga y en los pies.

 

¿Estáis preparados para emprender el camino?

Vía Club de Montaña Sierra de Alcaraz y foto del Grupo Scout Sayela