Durante esta semana una compañera de clase me ha hecho la mítica pregunta ¿qué hacéis en los scouts?

Y como siempre que alguien me pregunta algo así , yo me quede en blanco.

No se por dónde empezar, he hecho tantas cosas con la pañoleta al cuello que empezaré por el principio.

Entré en los scouts hace nueve años, es decir, ya llevo media vida siendo scout, resumir todas mis vivencias en todos estos años es difícil, pero allá vamos.

Siendo lobata jugué y disfruté de la infancia, me manché de barro y de pintura de dedos.

Yo creo que uno de los días que más recuerdo de la etapa de lobatos fue esa noche en la que en medio de un ruta nos tocó limpiar un pollo por dentro, para después cocinarlo y comerlo.

Hay días en la vida de un scout que se quedan grabados por una cosa o por otra y el momento en el que metí la mano para sacar las entrañas del pollo lo tengo grabado a fuego.

Mi etapa en tropa fueron buenos años, me caí, me corté…

En resumen, me hice todos los estropicios que me pudiera preparar.

Ha sido en la unidad donde más he aprendido.

Durante estos años aprendí a defenderme en la cocina y desenvolverme en diversos ámbitos.

Por otro lado no puedo olvidar la ruta de cuatro días de mi primer año en tropa, nos llevaron a picos de Europa (muy valientes fueron nuestros jefes ), la recuerdo como una ruta bastante dura y algo pasada por agua.

Y creces, creces y te toca cambiar a la camisa de color rojo.

En estos años descubrí que para disfrutar de algo hay que trabajarlo y organizarlo antes.

Encontré a unas grandes amigas que por muy distintas que somos, seguimos siendo muy amigas.

En mi segundo año de Pioneros me comprometí con la hermandad scout y empecé a formar parte de ella de una forma más activa, ese fue uno de los días más importantes de y mi vida.

Pasar del rojo intenso al verde del honor, te haces mayor.

Aunque crees que fue ayer cuando entraste en el escultismo, ya llevas media vida con la pañoleta al cuello: eres ruta.

Y este último campamento con la camisa verde, que me regaló mi padrino, ha sido un gran campamento.

Aunque parezca mentira el recuerdo que guardo con más cariño es la noche del vendaval y la tormenta cuando todos los mayores del grupo estuvimos echando una mano para intentar que nada se fuese volando.

En cada etapa haces y aprendes unas cosas, poco a poco interiorizas unos valores que te acompañarán el resto de tu vida.

Y desde aquí me gustaría dar las gracias a todos los jefes de mi grupo scout por su ejemplo, su dedicación y su paciencia.

Todavía me queda por disfrutar de mi ultima etapa como chavala, pero el camino seguirá y me tocará servir a la sociedad, no sé ni dónde, ni cuándo, pero estoy segura de que intentaré construir un mundo mejor.

Vía 1ScoutCualquiera y foto GS Sayela

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