La pobreza energética es la incapacidad de un hogar de satisfacer una cantidad mínima de servicios de la energía para sus necesidades básicas, como mantener la vivienda en unas condiciones de climatización adecuadas para la salud (18 a 20º C en invierno y 25º C en verano).
Las causas que generan esta precariedad energética son diversas: bajos ingresos del hogar, calidad insuficiente de la vivienda, precios elevados de la energía, precios elevados de la vivienda, etc.
Sus consecuencias en el bienestar son también variadas: temperaturas de la vivienda inadecuadas, incidencias sobre la salud física y mental (incluyendo mortalidad prematura de ancianos), riesgo de endeudamiento y desconexión del suministro, degradación de los edificios, despilfarro de energía, emisiones, etc.
En España, en el año 2010, un 10% de los hogares españoles era incapaz de mantener su vivienda con una temperatura adecuada durante los meses fríos y/o estaba dedicando un alto porcentaje de sus ingresos para satisfacer sus necesidades básicas (calefacción, refrigeración, cocina, iluminación, agua caliente sanitaria).
Además, se pusieron de manifiesto las graves consecuencias sobre la salud que se derivan de habitar una vivienda a una temperatura inadecuada, que, en su versión más extrema, llega a causar la muerte prematura de miles de personas cada año y se analizaron las políticas y medidas existentes para paliar esta situación.
La Comisión Europea ya ha empezado a incluir el concepto de pobreza energética a la hora de orientar sus políticas energéticas y de protección de consumidores.
Soluciones que se plantean para solventar para combatir la pobreza energética son fomentar las políticas de mejora de la eficiencia energética en edificios y viviendas, así como concienciar a la sociedad sobre la existencia de dicha problemática y cómo resolverla.
Vía Ciencias Ambientales y foto