Los obispos españoles, en su conjunto, como Conferencia Episcopal, no acaban de pronunciarse sobre la crisis económica, moral y social que nos abruma. No seré yo quien les juzgue, porque el tema es peliagudo.

El Evangelio, como es bien sabido, no ofrece un guión para salir de la crisis económica ni para el buen gobierno político.

El Catolicismo moderno, el salido del olvidado Concilio Vaticano II, tiene muy claro que Dios nos ha hecho libres y responsables y son nuestra cabeza y nuestra acción las que deben sacarnos del atolladero.

Pero el Evangelio sí que nos invita a seguir los pasos de Jesús. Jesús de Nazaret, más tarde reconocido como Cristo y Señor a raíz de su resurrección, sí que supo dar una respuesta a la crisis de su tiempo, que no era pequeña según dicen los estudiosos de los evangelios y de la Palestina del siglo I.

La salida a la crisis actual también debe andar cerca de donde Jesús se encuentre.

Si tienen razón los que dicen que Jesús fue adquiriendo paulatinamente conciencia de ser Dios a medida que iba creciendo en edad, sabiduría y gracia, hasta tenerla plenamente en la cruz, entonces hemos de intentar entrar en su conciencia tal como aflora en los evangelios.

Por lo que sabemos, el alma de Jesús estaba dominada por la experiencia de ser Hijo y por su relación intensa y continua con Dios como Padre.

Esto, que pudiera parecer teología etérea,  tiene consecuencias prácticas, humanas, sociales, económicas y políticas para el creyente: Dios es mi Padre y el prójimo es mi hermano.

Ser hermano de los ricos y los guapos es fácil y hasta mediático; ser hermano de los pobres y feos es cristiano, porque la fraternidad con el que está más cerca y con el último es la prueba del nueve de la fraternidad universal.

La globalización complica un poco las cosas, porque hermanos somos los siete mil millones de humanos, pero eso no hay quien lo abarque ni quien lo imagine.

Más imaginable es, sin embargo, que el obispo de Solsona se haya reducido un veinticinco por ciento el sueldo –otros lo hacen y no se sabe- o que todos compartamos un equis por ciento del nuestro, los que lo tenemos, con los que ya están con la soga al cuello, mientras intentamos imaginar entre todos una salida real y efectiva, económica y política a la crisis y a sus consecuencias sociales.

 

Antonio Matilla, sacerdote.
Consiliario General de Scouts MSC