Son muchos grupos los que trabajan para que la opción fe no caiga en la monotonía, como es el caso del Grupo Scout V Tropa navarro en su campamento del año pasado.
Una nueva manera de poner la fe a trabajar. Así se planteó el Txoko del Silencio, una actividad que se celebró en el campamento de verano del Grupo Scout V Tropa de Navarra.
¿En qué consistió? Txantxiku, consiliario del grupo, preparó una capilla permanente en la que de las ocho a las nueve de la tarde se dedique un tiempo a la reflexión y a la oración.
Uno de los trabajos a preparar era el espacio que ocuparía el Txoko del silencio.» Y aquí, Oscar y yo pusimos todo lo mejor que sabíamos. En una sintonía perfecta, Oscar nos preparó “la capilla permanente”.
Unas piedras y unas cuerdas marcaban el camino. Y en el recorrido iban colgando distintos carteles donde se recogían los diversos testimonios de fe cristiana de algunos científicos.
Todo llevaba a un espacio un poco más amplio donde mi amigo Oscar colocó un Altar y una Cruz, a la que le puso, con todo cariño, la pañoleta de la Vª Tropa Scout de Jesuitas».
Terminadas las travesías, las distintas ramas fueron llegando al “campamento base”. Un día, en la oración de la mañana que Txantxiku solía dirigir, presentó la oferta con las consabidas condiciones: «estará abierta durante todo el día.
El que va, va a estar en silencio. De 20,00 h. a 21,00 h. no habrá actividad organizada en el campamento. Por lo tanto organizaremos, en el Txoko del Silencio la posibilidad de estar una rato, cada uno el tiempo que quiera, de oración, lectura…
Y al terminar tu estancia, escribes una oración, una petición, un deseo, una acción de gracias… y la cuelga en las ramas de los árboles, en la Cruz».
Toda la tropa lo entendió perfectamente. Y allí íban todos los días los que querían, a estar un rato en silencio, oración o lectura.
El riachuelo, la música, el aire… hacían agradable la estancia.
Era la Primera vez que en la Vª Tropa se ofertaba una cosa de este estilo. Allí llegaban monitores, chavales de las distintas ramas. Cogían su lectura, y sentados, rezaban… y terminaban su estancia con una oración que la colgaban en las ramas de los árboles, en la Cruz o en otros sitios.
Monitores a quienes nunca habían rezado lo hacían en solitario o escribían una acción de gracias u oración al Señor.
Los chavales, más inhibidos, lo hacían con más soltura. Pero para todos los que íban, «Dios se hacia presente desde el silencio, pero con el corazón activo». Algunas rama incorporo esta actividad a su dinámica del campamento.
Es verdad que el tiempo no ayudó demasiado. Las varias tormentas acaecidas en esos días desdibujaron el lugar e incluso algún día impidieron el poder estar nuestro rato de silencio en el lugar “acostumbrado”.
La evaluación que tanto monitores como chavales hicieron de esta oferta no puede ser mejor, por lo que si de algo quedan ganas es de repetir la experiencia con más fuerza si cabe que el año anterior.