Las ganas de asistir a un Jamboree de un colombiano, hace 52 años, fueron tan grandes que no le importó viajar en bicicleta de su tierra natal hacia Canadá con tal de vivir esa experiencia.
Este artículo de Freddy Velez es un relato que publicaron en el periódico El Tiempo de Colombia, el cual relata con lujo de detalles esta gran aventura para un scout de esa época.
Ni un naufragio, la mordedura de una serpiente cascabel, una gastroenteritis, un conflicto armado o el amor por una costarricense, impidieron que Israel Valderrama llegara a su destino.
Su sueño era participar en 1955 en el Jamboree Mundial Scout en Niagara-on-the-Lake, en Ontario.
“Tenía 28 años… Venir a un país tan lejano me fascinaba, pero no tenía los 150 dólares americanos que costaba el pasaje en avión -relata Valderrama-.
Decidí coger mi bicicleta y emprender viaje rumbo a Panamá en agosto de 1954, un año antes”, comenta este hombre próximo a cumplir 81 años, sentado en la sala de su apartamento en Burlington, Ontario, Canadá.
Aparte de su caballito de acero, Valderrama, nacido en Bucaramanga, llevaba consigo 35 dólares, un mapa de América y 40 kilos de ropa y equipaje.
Ahora confiesa que no tenía una idea clara qué tan distante estaba su meta.
“Tampoco sabía que no había carretera entre Colombia y Panamá”.
El ahora asistente del comisionado del Grupo Scout #35 de Burlington, Canadá, no sólo superó las inclemencias del tiempo, sino las más adversas condiciones topográficas, empinadas montañas, curvas y abismos que daban vértigo.
También debió recorrer largos tramos a pie, con su bicicleta al hombro, por vías que más parecían caminos de herradura.
“Recorría entre 40 a 60 kilómetros por día, dependiendo del terreno”.
Dos veces hizo maratones de resistencia en bicicleta para recoger ayuda económica.
“Siempre conté con gente de buen corazón que me empleó, me dio posada y comida”.
Tremendos sustos
Tuvo hasta tiempo hasta para enamorarse de una bella costarricense.
Cuenta que junto a cuatro misioneros sobrevivió el naufragio de la lancha en que se transportaban en el Atlántico, camino a Panamá.
En Costa Rica fue testigo de la tensión armada con el ejército nicaragüense.
“En la frontera me tocó ver como un avión nicaragüense disparaba ráfagas de metralla contra un puesto militar costarricense… pasé un tremendo susto”.
En Honduras, el beber agua contaminada de una cascada le causó disentería.
En Rivas (Nicaragua), mientras pasaba la noche en un hogar humilde, le tocó oficiar como ayudante en un parto. “En agradecimiento, al bebé le pusieron mi nombre”.
Y en el desierto de Sonora, México, lo mordió una víbora.
En su correría, Valderrama utilizó cuatro bicicletas y una se la robaron en México.
Pero su fortuna fue tal que en un almacén Sears en Estados Unidos le vendieron una por 38 centavos de dólar porque no se la podían regalar.
Después de tantas jornadas, en las que durmió en estaciones de bomberos, cuarteles de policía, establos y hasta al aire libre, arribó a tiempo para el Jamboree.
Llegó a Toronto el 24 de junio de 1955, nueve meses y 7 días después de haber partido, unas semanas antes del gran encuentro, en el que participaron 11.118 scouts de todo el mundo.
“Lo mejor fue que conocí a la esposa de Baden Powell, el fundador de los Scouts”, dice.
Eran los tiempos de las primeras canciones de Elvis Presley y los años dorados de Pedro Infante y Cantinflas en Latinoamérica.
Llegar a Norteamérica fue entonces un descubrimiento.
“Recuerdo que me maravillé cuando vi por primera vez un bolígrafo, también cuando vi un televisor a color y cuando supe que Toronto tenía ya un tren subterráneo”.
Su viaje no tuvo regreso, pues gracias a la intermediación del cónsul de Colombia en Toronto, recibió una oferta de trabajo en las haciendas ganaderas Hays Farms, en Orangeville, Ontario.
Trabajó 10 años allí hasta que logró un puesto como obrero de línea en una planta de la automotriz Ford, en Oakville, Ontario, de donde se jubiló en 1989.
“Después de muchos años y feliz de vivir aquí aún me siento muy orgulloso de ser colombiano”, sostiene.
Valderrama, con cinco hijos y siete nietos, dice que la aventura continuó.
“La vida sigue siendo, en sí misma, un viaje, lleno de retos diarios como esos que tuve que superar hace más de medio siglo”.