La madre de Santiago y de Juan, a los que Jesús de Nazaret puso por mote ‘hijos del trueno’, intentó influir para que sus hijos fueran, por decir algo, Ministro de Hacienda y Presidente del Gobierno del Reino de Cristo.

Siempre ha sido así, el poder atrae, aunque sea un poder virtual, o figurado, o soñado.

Las madres siempre quieren lo mejor para sus hijos, solo que en este caso pinchó en hueso, porque la realidad era que no había ningún poder que repartir.

Por eso les dijo Jesús que no sabían lo que pedían.

Se habla mucho ahora de la corrupción y cuando el río suena, agua lleva, aunque sea como el Tormes, que parece más de lo que es.

Para que no haya corrupción basta una cosa: entender el poder como servicio, lo cual es una paradoja, una muestra del sentido del humor que rezuma el Evangelio por todos sus versículos.

Porque si Dios es todopoderoso, mucho tuvo que reírse Jesús con esas ínfulas, aunque su risa parece a veces un poco amarga por la falta de comprensión de sus discípulos.

El afán de poder tiene difícil cura y algunos prefieren ser cabeza de ratón antes que cola de león.

Están, creo, equivocados, porque la cola es león, pero el hecho de aspirar a ser cabeza no les hace ser león, sino mero ratón.

Ser cola lleva consigo humildad, porque no se es cabeza, pero también legítimo orgullo compartido con el resto de los órganos del león, porque ¿qué sería de un león sin cola?: un desequilibrado adefesio leonino.

Pero el león es un prodigio de equilibrio, donde cada músculo colabora necesariamente a la carrera de la caza; si no hay equipo, no hay caza.

Ser cabeza de león hoy en día no es posible, porque el oficio de león es muy complicado y sólo puede ejercerse en equipo bien compensado, donde cada músculo se esfuerza al máximo, a la vez que renuncia a alcanzar la presa por si solo.

Es más inteligente ser cola de león que cabeza de ratón y los verdaderos jefes o líderes, o como se llamen, son los que se sitúan en el lugar del último para poder así servir a todos, incluidos los primeros.

Intentar ser, directamente, cabeza de león es ridículo, desmesurado, fuera de la realidad tan compleja que vivimos hoy en día.

Que el corazón del león siga animando a los que se sitúan voluntariamente en la cola.

Y que estos sean inteligentes y pacientes para mantenerse allí.

Antonio Matilla, sacerdote.
Consiliario General del Movimiento Scout Católico