Me preocupa estos días de forma especial la suerte que puedan correr los cristianos sirios.

Aunque uno diga ser ciudadano del mundo, el planeta es demasiado grande como para meterlo en el corazón.

Sólo lo que hemos visto de cerca, o mejor, solo a quienes hemos tenido cerca alguna vez, siguen habitando nuestra conciencia y nuestra memoria.

Como ya conté en esta columna en otra ocasión, entré en Siria guiado por Rodolphe Jabbour y Jacques, libaneses, scouts y amigos.

Rodolphe es, él solo, un resumen vivo de lo que es ser cristiano en Oriente Medio: nacido en Alejandría de Egipto, católico melquita, su lengua materna es el árabe, pero domina francés e inglés, lo que le ha permitido ser, durante muchos años, responsable internacional de los Scouts del Líbano; felizmente casado con Magda, sus hijos y nietos son canadienses.

Jacques, mucho más joven, había combatido en la guerra civil que devastó el Líbano entre 1975 y 1990; como buen cristiano y ciudadano, durante años alternó horas de trinchera con horas de clase; buen trabajador cuando le conocí, todavía tenía pesadillas algunas noches.

Llegados a la frontera, Rodolphe dejó a buen recaudo su viejo Volvo rojo en un aparcamiento en la parte libanesa, metimos en los pasaportes sendos billetes de diez dólares para agilizar los trámites, y nos embutimos, junto con otros tres pasajeros, en un taxi Mercedes todavía más viejo.

Nuestro destino era un ‘convento’, una pequeña finca totalmente cercada donde había una pequeña parroquia, salas de reunión y un bosquecillo para el retiro espiritual y las acampadas de los scouts.

Dentro de los ‘conventos’, los cristianos sirios podían vivir libremente su fe; fuera de ellos estaba prohibido.

Allí impartimos, en árabe y francés, un curso clandestino de formación para monitores scouts católicos sirios, que me cedieron el honor, en la fiesta final, de ser el primero en probar –con la mano, es la costumbre- el gigantesco plato de arroz con cordero abundantemente regado con yogur de camella; mientras cenábamos, charlas por los rincones y bailes en corro al son de música árabe.

El nuevo régimen que surja en Siria después de esta guerra civil, ¿respetará a los cristianos o les apretará todavía más las clavijas de la libertad?

Y yo aquí, de vacaciones, rezando, sin poder hacer más.

Antonio Matilla, sacerdote.
Consiliario General del Movimiento Scout Católico