Una vieja historia narra la existencia de cuatro personas que se llamaban «todo el mundo», «alguien», «cualquiera» y «nadie».
Resulta que había que hacer un trabajo importante y todo el mundo estaba seguro de que alguien lo haría.
Cualquiera podría haberlo hecho, pero nadie lo hizo.
Alguien se enojó porque era una tarea de todo el mundo.
Todo el mundo pensó que cualquiera podía hacerlo, pero nadie se dio cuenta de que no se haría.
Al final, todo el mundo culpó a alguien, cuando nadie hizo lo que cualquiera podría haber hecho.
Lo que parece un trabalenguas es uno de los relatos de cabecera de una filosofía que pregona el respeto por la naturaleza, la responsabilidad, la igualdad, el compañerismo, la consideración al prójimo, la tolerancia, el superar las adversidades y el amor por la vida.
Nos referimos a nosotros, los Scouts, a quienes Robert Baden-Powell, su fundador, lo definió como un gran juego alegre al aire libre.
Decía: “Quien aún conserva su espíritu juvenil puede abocarse al placer de la aventura, adquiriendo conocimientos prácticos y aptitudes para salir adelante en cualquier circunstancia”.