Con el cese de las actividades de Grupo Scout Eresma, el colegio Marista y la ciudad de Segovia se vieron privados de la característica presencia de los scouts durante algunos años.
En 1981, el Consejo provincial de la Provincia marista de Castilla, a la que pertenecía el colegio Ntra. Sra. De La Fuencisla decidió poner en marcha de nuevo la actividad scout, al considerarla prioritaria entre las acciones de educación no formal y como complemento de la oferta educativa de centro.
Con 21 años, recién terminados los estudios de magisterio en Salamanca, se le encomendó al H. Diego, segoviano de San Millán y antiguo alumno del colegio, el arranque de un nuevo grupo.
He de decir que nos pusimos en marcha ese mismo verano. No puedo decir que tuviéramos sólo ilusión. Era algo más que eso: iniciar un grupo desde la nada, sin kraal, sin chicos, sin materiales ni dinero. Del grupo Eresma quedaba una base, algunas cuerdas, un camping gas y una docena de libros.
Los inicios
Tras un verano de formación en el escultismo el mismo día del comienzo de curso 81/82 nos metimos en harina.
Lo primero era el kraal. Lo comenté con el H. Severo y acordamos que debía estar formado por chicos muy jóvenes (entonces el colegio era masculino) para que no se marcharan a estudiar fuera al año siguiente; que permanecieran en el grupo al menos tres años, con tiempo para formarse y adquirir identidad.
Y así comenzaron –bastante inesperadamente- su vida scout Nacho Muñoz, Saúl Álvarez, Vicente Domínguez, Juanan de Miguel, Jesús Soto, Santo Domingo y –algo más tarde- J. Vicente Álvarez y Gerardo García. Recuerdo que eran casi todos alumnos que comenzaban 1º de BUP, es decir 3º de ESO de hoy: 14 años.
La oferta a los niños se realizó en el ámbito de 5º de EGB. La respuesta fue masiva desde el inicio. Todos los chicos deseaban ser lobatos.
La primera actividad fue un sábado, el 31 de octubre de 1981, en los patios del colegio y el Pinarillo. Asistieron unos cincuenta chicos. Ese día comenzó el Grupo Scout 7 Picos.
La vida en los primeros años
Tengo la impresión de que –a partir de ese momento- la tarea fue continuar y aprender.
En los primeros meses, además, el trabajo fue intenso: localizar uniformes y pañoletas en una tienda de la calle Real; viajes a Madrid a la tienda scout de la calle Donados; papeleos, preparar actividades, contacto con otros grupos de Castilla y León, obtención de diplomas de Aire Libre; visitas del comisario de zona, H. César Cañón y del Jefe Scout nacional de SBP, ficheros, adquisición de material, estatutos, asambleas, creación del comité de padres.
Vivimos a fondo el colegio y el ser scouts. Se había logrado crear un espacio de libertad que había que cuidar con atención y respeto.
No dejábamos de crecer y aprender al lado de los lobatos.
Resumo las aptitudes de este kraal: receptividad, liderazgo, capacidad de escuchar y aprender, innovación y creatividad, tolerancia y un fuerte sentido de identificación con el grupo.
El kraal supo crear también un espacio de amistad y libertad para sí mismo que se vivía cada fin de semana, en los campamentos y en las “acampadas de jefes”.
Las épicas salidas por la Mujer Muerta, El Espinar, la finca de Antonio y Julia, la Sierra de Ayllón y –cómo no- la mítica acampada por Galicia.
Mi agradecimiento más importante en este aniversario va dirigido a todos ellos.
La unidad de padres
La confianza del Jefe de grupo en las capacidades, las buenas prácticas y el saber hacer del kraal fue justificadamente ilimitada.
Algo parecido sucedió con el comité de padres. Ese fue uno de los aciertos iniciales: implicar intensamente a un nutrido grupo de padres y madres que se desvivieron literalmente por el grupo.
Aportaron contactos, experiencia, soluciones prácticas a problemas concretos, ideas sobre gestión y adquisición de material.
No interfirieron en las competencias del kraal y abrieron muchas puertas en los medios, empresas, instituciones y personas que fueron cruciales para la dotación del grupo y su presencia en la sociedad segoviana.
Ellos aprendieron y disfrutaron mucho con los scouts; a nosotros nos aportaron muchas cosas de la vida social y de la gestión de un grupo que se iba haciendo ya muy numeroso, más complejo, y con una presencia destacada en Segovia.
Los 30 años
De todo esto ya han transcurrido treinta años.
Este recorrido de los orígenes ha sido una vuelta a la infancia del grupo.
Se ve que fue –como casi todas- una infancia feliz que no deja de ser un referente para el presente y el futuro. Pero estos hay que seguir inventándolos cada día.
El 9 de junio de 2012, la ciudad de Segovia por fin quiso reconocer la inmensa labor educativa que ronda a ronda realizamos con los adolescentes de la ciudad.
Fueron unos momentos emotivos en los que las autoridades civiles y eclesiásticas nos brindaron unos minutos de su agenda para descubrir una bonita placa sita en uno de los bancos de los Jardinillos de San Roque.
El día transcurrió entre amigos y conocidos, más de 220 personas disfrutamos de una paella preparada por antiguos miembros del grupo.