London II
Publicado el: Agosto 19th, 2010 | Por: Tere | Tema: General | Sin comentarios »Y como con todos los planes entre amigos, han pasado 5 meses y todavía no hemos juntado todas las fotos. Sí, chicos, porque aunque lo recordéis lejos, sólo hace 5 meses de aquel mojado viaje a Londres.
Nada más volver me dijisteis que publicase sobre aquellos días pero, entre unas cosas y otras, el tiempo se ha ido pasando y aquí estamos, en agosto. Sin duda ahora me alegro, así será mucho más divertido recordarlo. Nuestros aventureros lectores estarán ansiosos por conocer todas nuestras peripecias. Iremos poco a poco.
Volvamos a Semana Santa. ¿Estáis ya allí? Bien. Por culpa de los meses lluviosos previos (sorprendentes en nuestra provincia), el río (normalmente poco caudaloso) por el que subíamos a Las Hoyas de Audafe (Fiñana) aumentó sus niveles hasta límites insospechados. Igual debíamos haber aprovechado la oportunidad para dar un taller de submarinismo pero, tal y como recordáis, nos quedamos sin salida de Grupo. Eso nos dio unos cuantos días para pensar en nuestro próximo destino.
El hecho de tener la mochila terminada un día antes de salir resultaba nuevo para muchos de nosotros, otros, sin embargo, se probaban a sí mismos terminándola minutos antes de coger el vuelo. Fue todo un reto meter ropa para 4 días (saco incluido) en una mochila compartida para dos, pero ahí estábamos, en la puerta del aeropuerto llenos de nervios, sueño pero con cada vez más ilusión.
Llegamos a Londres. Fátima daba clases express de inglés utilizando los carteles de la terminal. A Joni le sorprendía la falta de sol. Pasamos la cola de los controles donde encontramos a Carlos (él venía de Barcelona) y recogimos las mochilas. Compramos nuestro primer, y último, sandwich tipiqueño inglés con salsas extrañas y un envase reciclable de lo más sofisticado.
Tren, metro, y de nuevo un tren nos llevó a Chingford, población más cercana al Gilwell. Tomamos un expresso en “Casa Miguel Tapas Bar”, aunque nos defraudó que el dueño se llamase Michael y no fuera español. Un mapa en una servilleta nos guió por la carretera que llegaba al Gilwell, pasando al lado de un montón de mansiones de verano de ricos ingleses.
Después de las correspondientes fotos con los carteles de entrada, nos sorprendió no encontrar a nadie por los caminos del parque. Nos dejaron unas tiendas de los tiempos en los que BP fundó el Parque, que montamos en un precioso barrizal tras elaborar un sofisticado plan de acción.
Esa noche íbamos a pasar frío, y mucho. Los cercanos baños tenían calefacción y contemplamos la posibilidad de dormir allí esa noche, opción que descartamos porque los alemanes que nos habían robado habían pillado las últimas cabañas dormían demasiado cerca. Recordaremos recomendable a medias la cena a base de bocadillos de salami, chorizo y paté al aire libre y muy necesario el café de la máquina que no dejó de pitar en toda la noche (ya estaba rota cuando llegamos, ejem).
El móvil de Mª Ángeles nos despertó tempranito. Nos esperaba un largo día de visitas. Empezamos por el Museo Gilwell. Lleno de recuerdos de scouts de todo el mundo, tizones, banderas y demás. Tras equivocarnos de metro, llegamos a Buckinham Palace. Visita obligada. Había mucha gente para ver el cambio de guardia. Cosa que no llegamos a comprender del todo, ya que la coreografía era bastante sencilla.
Bordeamos St. James Park viendo cómo las ardillas posaban para las fotos y los policías usaban caballos como medio de transporte. Llegamos al Big Ben y al Parlamento cuando el viento y la lluvia pegaba más fuerte. Disfrutamos de las vistas con frío y hambre, pero felices. Nos movimos en bus hasta Picadilly Circus y comimos en “Donuts & Baguettes”. Los donuts del postre, muy recomendables.
Disfrutamos de la National Gallery y los libros mágicos de la tienda nos hicieron sentirnos un poco más niños. Una simpática mujer nos dijo que nuestro idioma era “very nice”. La visita al Soho le dio un toque de vanguardia cultural a nuestro día. Tomamos pintas y cockteles en una típica taberna de ambiente divertido. Estábamos obligados a probar los Fish & Chips, pero nos defraudó bastante (¿esto es todo el pescado que comen aquí,,,?). Terminamos el largo día volviendo en metro hasta Chingford y, tras la caminata hasta el Parque, las cómodas cabañas nos esperaban para dormir.
Al salir de las cabañas el día tercero, descubrimos que la zona que los días anteriores era un barrizal se había convertido en un lago. El techo de la tienda Gilwell estaba llena de pañoletas de scouts de todo el mundo. Nos sentimos orgullosos al dejar una pañoleta del Grupo allí. Conocimos a el Tito Sam. Con el desayuno típico nos sentimos como al inyectarnos colesterol en vena, muy saludable.
La visita al British Museum fue como dar una vuelta al mundo, bonito estaría que lo devolvieran a su lugar de origen. Las MAGDALENAS de chocolate nos salvaron de morir de hambre mientras llorábamos de la risa al ver cómo un niño tenía problemas al intentar detener la efervescencia de una botella de Coca-Cola con la boca (y cómo luego le salía por la nariz).
Disfrutamos de lo lindo en la segunda planta de un bus mientras Jonas escribía una postal de la Reina para mandar a casa. Más tarde, perdimos esa postal en algún sitio de Hyde Park de camino al buzón. Nos preguntamos: “¿llegará a su destino?”, mientras imaginábamos un guión de cine con la historia.
Recogimos las mochilas que esa mañana habíamos dejado en la consigna de la estación de tren. A Joni y a mí nos dejaron probar unos noodles chinescos y una bolita de arroz (Carlos nos advirtió varias veces que nos la estábamos comiendo con el envoltorio) para que nos callásemos de una vez.
Llegamos al aeropuerto cruzándonos con jóvenes que salían de fiesta (a eso de las 22.00). Dimos más vueltas que un tonto. Cenamos bocadillos y compramos chocolate por 1 pound (todo un chollo, nos hinchamos). A eso de las 1.00 conseguimos facturar. Problema: nuestras mochilas eran demasiado grandes y no cabían en la cinta (Aunque la gran maleta de Adrián sí. Misterios de la vida). Otra hora de espera a que abrieran la puerta especial para mochilas excesivamente grandes.
Nunca me he sentido tan vagabunda como en el momento que me desperté, sentada debajo de una cabina de teléfonos para gnomos, y no había nadie a mi alrededor. Sí, se habían cambiado de sitio y, sí, intentaron despertarme pero pasé de ellos. Como sonámbulos, pasamos los controles de seguridad. Por si os lo preguntáis: a las 2 de la mañana también cachean y registran mochilas. Un simpático poli nos utilizó para practicar su español con acento sudamericano.
Bien. Lo habíamos conseguido: estábamos dentro. Tres horas después, que pasamos deambulando por la terminal o durmiendo, nos separamos de Carlos para coger el avión. Un sol estupendo nos recibió en casa, cansados, pero muy satisfechos. Y aquí terminaba el mayor viaje jamás realizado por el Grupo Scout Mónsolis a los orígenes.
Pd. Un mes después recibimos un correo de Joni contándonos asombrado que la postal había llegado a casa. Algunos tienen un guión que escribir. Aún quedan personas bondadosas en el mundo. Hay esperanzas.
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