Los programas educativos de UNICEF en su localidad le han ayudado a reunir los argumentos necesarios para esta importante decisión.
Jakir Ansari trabajó en su juventud como payaso de circo. Su cara y brazos están marcados con cicatrices de algunos cuchillos que le lanzaron con poca puntería. Hoy trabaja como peón y gana unas 1.200 rupias al mes (unos 25 euros) para mantener a su familia.
Las necesidades económicas le llevaron a enviar a su hija menor, Arfa Khatun, a trabajar como criada cuando tan sólo tenía 8 años. Ansari había planeado casarla cuando tuviera 13, como había hecho con sus dos hijas mayores. Esta era la costumbre en su comunidad musulmana de corte tradicional y se había hecho así siempre.
Sin embargo, Arfa hizo algo que nadie esperaba: dijo «no».
«Por supuesto, un día, nos casaremos todos», dijo Arfa. «Pero no antes de los 18, y no antes de que acabe mis estudios».
¿De dónde sacó Arfa la fuerza necesaria para ser la primera en oponerse a una tradición tan arraigada en su comunidad?
La fuerza para decir «no»
Arfa y su amiga Saima asisten a una escuela del proyecto nacional de trabajo infantil, dirigida por el Departamento de Trabajo del Gobierno. La misión de la escuela es mejorar las vidas de niños y niñas trabajadores, mediante su matriculación en la escuela y la recuperación de sus derechos básicos.
«Para muchos de estos niños y niñas, la escuela es el único lugar donde se los trata como niños. Incluso cuando están con sus familias se espera que trabajen. Son tratados como asalariados», indica Prosenjit Kundu, Asistente del Comisario de Trabajo de Purulia.
«Sacar a estas niñas del trabajo y llevarlas a la escuela las ha hecho más fuertes», afirma Lori Calvo, Jefa de la Oficina de UNICEF en Bengala occidental. «El conocimiento de sus derechos les ha dado la fuerza para decir no al matrimonio infantil y completar su educación».
Un ciclo guiado por la pobreza
Bengala occidental tiene una las tasas más altas de matrimonio infantil de la India. En todo el país, se estima que casi la mitad (47%) de las mujeres de entre 20 y 24 años se ha casado antes de la edad de 18 años.
Hay leyes nacionales para evitar el matrimonio infantil y castigar a quienes lo fomentan, incluida la Ley de Restricción del Matrimonio Infantil de 1929. Sin embargo, las penalizaciones establecidas por ley se han ejecutado pocas veces.
Detrás de esta situación está la pobreza y la falta de medios de subsistencia. En Purulia, aproximadamente el 90% del total de la población de más de 2,5 millones de personas vive en zonas rurales. Se estima que un tercio de todas las familias en el distrito vive por debajo del umbral de pobreza.
Los deseos de sumar nuevos salarios a los escasos ingresos familiares, o de ampliar la familia y su fuerza de trabajo, son las fuerzas impulsoras detrás del ciclo de matrimonio infantil del distrito. Cuantos más descendencia haya en la familia, habrá más trabajadores que aporten un salario a la precaria economía del hogar. Este círculo vicioso niega a los niños y niñas una educación y un futuro mejor. Sin embargo, es precisamente la educación la que puede sacarles de ese círculo.
De gran valor para toda la familia
«Los niños adoran venir a la escuela», dice Gulam Rabbani Ansary, profesor de las niñas en la escuela del proyecto. «Cuando una chica recibe educación, cuidará bien a todos sus hijos. La educación de una niña es de gran valor para toda su familia».
Al principio, Ansari, el padre de Arfa, no estaba preparado para aceptar la decisión de su hija más joven. Así que Arfa recurrió al Proyecto Nacional de Trabajo Infantil para buscar apoyo.
«Mis hermanas mayores tampoco estaban listas para casarse tan pronto, pero soy más decidida que mis hermanas», afirma Arfa. «Y mi escuela me está apoyando».
Al final, Ansari quedó convencido por su hija y las súplicas de su profesor y compañeros de estudios. Ella permanece en la escuela y no se casará hasta que esté lista. Está enseñando incluso a su madre a leer y escribir.
Vía Unicef.es