Puerto Príncipe (día 5): Ya tenemos todo el material médico para poder trabajar y hasta para asearnos. El problema sigue siendo el combustible. De hecho, cuando hemos vuelto al Hospital Universitario de La Paz esta mañana el generador estaba apagado y los quirófanos no funcionaban. Por suerte, la AECI nos ha conseguido más y seguimos haciendo operaciones y operaciones.

Por lo menos ya no tenemos que echar mano de cartones y tablas, tenemos vendas, escayolas, medicinas…

Cada vez viene más gente para que los atendamos. A veces vienen ya con curas hechas en otros puestos sanitarios e incluso con informes, bueno, escritos a mano cada uno en un idioma diciendo qué patología sufren.

No sabemos de dónde salen pero suponemos que los derivan aquí porque somos de los pocos que podemos hacer operaciones quirúrgicas y tratar patologías graves.

Aunque no tenemos sensación de inseguridad, no queremos romper las medidas de la ONU y siempre vamos acompañados. Esto dificulta muchas veces el ir a buscar enfermos a la calle porque pasa mucho tiempo desde que lo solicitas hasta que te dan la escolta.

El problema que surge ahora es dar el alta a los pacientes porque casi nadie tiene una casa a dónde ir ni gente que les acompañe. El otro día apareció un niño que alguien había dejado en la puerta y no sabíamos si tenía padres, si estaban muertos, desaparecidos… No sabíamos nada de nada. Lo atendimos claro.
En estos casos nos están ayudando unas monjas españolas que ya estaban trabajando en Haití y conocen la cultura y la ciudad. Hacen una labor encomiable buscando a algún amigo o familiar que pueda hacerse cargo de los enfermos que, por ejemplo, han sufrido una amputación pero ya están bien y tienen que dejar sitio para otros. En Madrid llamaríamos al Samur Social pero aquí confiamos en ellas.

La gente ya no tiene esperanzas de encontrar a gente con vida. Están enterradas junto a los edificios, a sus pertenencias y a sus familiares y amigos. Ahora todos están más centrados en la atención sanitaria pero no obsesionados con las epidemias porque, por suerte, es época seca y no hay muchos mosquitos.

Sabemos de este peligro porque cuando hay una catástrofe desaparecen las medidas de control que tienen estos países que ya sufren alguna epidemia (la higiene es peor, la alimentación es escasa) y puede haber brotes pero no hemos atendido a nadie con diarrea ni fiebre y no tiene por qué producirse.


No quiero terminar este blog sin contar lo felices que nos sentimos ayer con el nacimiento de José María
. Fue un momento en que todos los que trabajamos aquí sin descanso pudimos sonreír con fundamento. ¡Cuánta felicidad trae un niño tan pequeño! Fue una alegría inmensa. El resto son complicaciones graves que tratas de arreglar pero que siguen siendo dramas hagas lo que hagas.

Por la noche, en el campamento del aeropuerto, tratamos de comentar cómo nos ha ido el día. La verdad es que cuando llegamos sólo tenemos energía para lavarnos un poco, ponernos ropa limpia, cenar un poco y dormir. Estamos tan cansados que no oímos ni el ruido de los aviones gigantes ni el de los generadores.

Vía El Mundo.es

Imágenes: The Wall Street Journal