Llegado de Sur África a inicios del siglo XX, el movimiento scout ha sobrevivido a guerras y censuras, haciendo del escultismo una alternativa para los jóvenes.

En 2010, el país contaba con más de 71.000 scouts.

La fotógrafa Simone Bazos vivió en la República Democrática del Congo (RDC) durante seis años.

E intrigado por su modestia y sentido de la comunidad pasó varias horas con ellos.

R&K, de Baltimore, le hizo la siguiente entrevista.

¿Cómo era trabajar en la RDC?

Es el sitio más bonito donde he estado.

Hice de corresponsal durante el fin de la guerra y fue un trabajo muy interesante.

Ojalá pudiese haber estado más tiempo para ver qué pasaba después.

Estoy en contacto con mis amigos de allí y parece que algo está cambiando.

¿Podrías describir tu primer encuentro con los scouts?

Sabía que los domingos por la mañana trabajaban por asegurar la seguridad en las iglesias, así que allí me planté.

En seguida me encontré con un grupito y me puse a hablar con su líder, un chico de 16 años.

Así es como empecé a participar en sus encuentros. Y ellos encantados de que alguien se interesase por ellos.

¿Qué tipo de actividades hacían?

La necesidad de un grupo como los scouts era más que imprescindible a causa de la guerra.

Parte de sus actividades eran cantar y bailar o leer y explicar cuentos a niños pequeños, algunas veces historias de la Biblia, otras viejos relatos scouts.

La mayoría de encuentros acababan con una moraleja, con algo que aprender.

Si no tenían nada que leer, hablaban de plantas medicinales, cómo ayudar a la gente mayor o cómo construir una camilla con las pañoletas y algunos palos.

¿Quiénes eras los responsables?

Habían tres o cuatro por tropa.

Algunos de ellos habían acabado la escuela recientemente y se dedicaban a vender cacahuetes por la calle o a la construcción.

Los mayores ayudaban a los más pequeños de una forma muy humilde, algo muy destacable, pues en Goma hay muchos adolescentes, pero no como ellos.

Son chavales muy especiales, que quieren impartir bondad al resto de muchachos.

También había responsables adultos, de más de 20 años y hasta los 60.

¿Sabes algo de la historia del escultismo en el Congo?

Uno de los adultos me contó la historia tal y como él la sabía, pero no sé si es cierta.

En teoría, el escultismo llegó desde Sur África a la RDC en 1924, en Lubumbashi.

¿Por qué fotografiar a los scouts? ¿Cómo crees que se sienten ellos con la historia de su país?

Nunca fui scout. Mi madre me contaba historias de su infancia, pero yo no tenía ni idea de que había una organización internacional tan grande.

Quería ver que hacían los scouts en un país como el Congo.

Quería saber si los scouts congoleños también hacían nudos, montaban tiendas o buscaban comida en los bosques.

Y sí, hacían esto… pero muchas cosas más.

Y lo que hacían se podía ver cada día, con las pequeñas cosas.

Mi interés en el Congo estaba en ver como la vida sigue incluso durante en tiempos de guerra, y los scouts son un buen ejemplo de ello.

Has hablado de la necesidad de un grupo como los scouts en un país en guerra, ¿a qué te refieres con esto?

Los niños y niñas tienen pocas oportunidades en un país en guerra.

La ausencia de padres, de escuela y de otras actividades pone en evidencia la necesidad de un grupo como los scouts.

Esto da estabilidad, una opción para los muchachos, un entorno social sano…

Además, se erigen como un referente diferente a los soldados, como un ejemplo bueno a seguir.

Unirse a los scouts es una vía disminuye la cantidad de niños soldado.

¿Cómo ha cambiado su actividad desde que la situación política es distinta?

Aunque la guerra haya acabado, en el Congo aún no hay paz.

Los scouts siguen trabajando para mejorar su entorno.

Vía Roads and Kingdoms