Los hombres no lloran. Y menos en público.

Aquel día yo lo hice “como una magdalena”.

Hasta mis hijos se asustaron al verme.

Pero no había por qué preocuparse. Era de puro gozo.

La vida no da demasiadas ocasiones para que el corazón se expanda, y aquel día el mío se expandió tanto que debía salir por algún lado, y lo hizo por los ojos.

Somos una familia de 3 hijos, y desde hace tiempo andamos en la búsqueda de un mundo mejor para vivir.

Creemos que en esa búsqueda es bueno replantearse las prioridades en la vida.

Por eso quisimos que nuestros hijos entraran en los scouts hace varios años.

Ellos estaban muy contentos, y nosotros también.

Pero, con sinceridad, era una de las muchas actividades que hacemos en nuestra incesante búsqueda.

En nuestro interior, los scouts constituían un círculo más de actividades: cosas que hacer, hacer y hacer.

Quizás por eso, cuando nos propusieron que, como padres, nos involucráramos más, no encontrábamos la forma de hacer hueco dentro de tantas idas y venidas.

Sin embargo el pasado año surgió la posibilidad de que Eva hiciera la comunión con los scouts.

Dentro de nuestro concepto de la espiritualidad y la fe, no hay mucho sitio para comuniones “bodorrio”, para trajes de princesa, o para banquetes multitudinarios.

Creemos en las cosas sencillas y de corazón, más que las llenas de “floripondios” pero vacías por dentro.

Por eso la posibilidad nos ilusionó.

Lo que no esperábamos es que nos introducíamos en algo más que “un día de comunión”.

Nos introducíamos de lleno en la esencia de lo que es “SER Scout”.

Cuando los padres apuntamos a los scouts a nuestros hijos, a veces, en el fondo, les apuntamos a “una actividad más”, que les aleja de peligros como las “litronas” o las malas compañías.

Pero si nos quedamos sólo en eso, quizás nos podemos estar perdiendo parte de la riqueza de lo que es “Ser Scout”.

Y creo que la integración entre Padres, Niñ@s y “Respon”hay una enorme riqueza.

No se trata de que “nuestros hijos vayan a los scouts”, se trata de vivir en familia esa “esencia Scout”.

Organizar la logística de la comunión “codo con codo” con otros padres, nos permitió conocer desde dentro, y durante semanas, la abnegación de otros padres del comité, que por el simple hecho de “estar siempre dispuestos a servir” dedicaban fines de semana enteros por ayudar a que ese fin de semana fuese inolvidable para nuestra hija y otros pocos niños.

Nos permitió ver cómo se afanaban en limpiar letrinas padres y “respon” a los que no les iba nada en ese día.

Nos permitió conocer la generosidad silenciosa de muchas caras anónimas en cada detalle: en las canciones, en la liturgia, en la decoración, en la limpieza, en la preparación de las mesas y de la paella, en la atención a nuestros parientes y amigos invitados al evento…

Un precioso trabajo coral y en equipo, en el que nadie trataba de destacar más que nadie.

Un verdadero ejemplo vivo de lo que es vivir en comunidad y de lo que realmente significa la “comunión” (del latín “communĭo”, término que hace referencia a “participar en lo común”).

Fueron muchos momentos de “comunión” antes y después del día de la celebración.

Días de preparativos y de generosidad derramada.

Y por ello, en plena ceremonia no pude, ni quise, reprimir las lágrimas de emoción.

Creo que en ese momento sellé mi alianza como Scout.

Ahora soy parte del Comité. Y estoy dispuesto para servir.

Vía Familia de 3 hijos busca mundo diferente para vivir

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