No recuerdo bien qué día de la semana fue, pero sí me acuerdo del mes y del año. Fue a finales de septiembre del año 1977. Yo estaba en 7º de Primaria en el colegio de Escolapios de Albacete dónde había ido desde parvulitos.

En una clase de religión “el Olaso”, como lo llamábamos cariñosamente, nos propuso formar una Tropa de Scouts que se reuniría los sábados por la tarde en el colegio de las monjas de la Compañía de María.

Allí nos apuntamos un paquetón de chavales.

La oferta era buena porque era gratis y además, nos daba la posibilidad de ir al colegio de las chicas pues nuestro colegio era sólo de chicos.

No imaginaba yo la trascendencia que tuvo para mi vida futura, haber respondido a la invitación que nos hizo “el padre escolapio”.

Sin duda, fue la puerta abierta a un mundo de posibilidades a través de la amistad en pequeños grupos, de la aventura y del contacto con la naturaleza.

Casi sin darme cuenta, se fueron sucediendo actividades, campamentos, talleres, aventuras y encuentros.

Mis años de adolescencia fueron muy hermosos gracias al ambiente que encontré en el colegio con los Escolapios, con los scouts y con un grupo cristiano.

En ese ambiente de verdaderos amigos descubrí la vocación a un servicio más alto como religioso escolapio. Reunión tras reunión, campamento tras campamento me di cuenta que Dios me llamaba a ser un verdadero scout para siempre.

En principio, lo que viví como un juego de adolescente se convirtió en un deseo sincero y una voluntad decidida de seguir a Cristo al modo como los hizo San José de Calasanz, al servicio de la juventud.

Nadie se entrega a una vocación por un esfuerzo de la voluntad o porque simplemente te gusta lo que haces.

Dices “sí” al Señor por agradecimiento a los bienes que Él te da a través de las personas que te han querido y educado, a través de las experiencias significativas tenidas.

Es una llamada gratuita, por amor: “Dar gratis lo que uno ha recibido gratis”.

Así es como vivo actualmente mi vocación, con un profundo agradecimiento al Dios de la Vida que ha confiado en mí para ser religioso escolapio, apóstol entre los niños y jóvenes.

Actualmente trabajo en La Romana, una ciudad de la República Dominicana en el ámbito de la juventud y cuando recuerdo el origen de mi vocación, siempre tengo presente en la memoria los primeros años dónde se comenzó a fraguar mi vocación entre mis amigos scouts del cole.

Estoy convencido que también en el Movimiento Scout, Dios sigue llamando a muchos jóvenes a consagrar su vida al servicio de los demás.

En cierta medida, como educadores somos una referencia y un ejemplo para los muchachos.

En nuestros momentos de confidencia con ellos, hemos de animarles a vivir ideales nobles que hablan de entrega, servicio, renuncia, compromiso, alegría, amor…

Como scout que soy, me gustaría que salieran de los grupos scouts vocaciones al servicio de la Iglesia, tal como pasaba en otras épocas.

Para ello, hemos de reorientar el Escultismo como un verdadero y eficaz movimiento juvenil al servicio de la evangelización.

P. Javier Alonso