Scouts MSC

Ser educador scout, tal como indico en el título de este artículo es toda una aventura.

Una aventura en la que te puedes aburrir pronto, una aventura que vives con ansiedad día tras día hasta que la abandonas porque piensas que te va a consumir.

O por el contrario puedes vivir esa aventura con pasión, con ganas de descubrir todos los días algo nuevo, con el deseo de compartir tu experiencia con los niños y jóvenes.

Hace más de dos décadas comencé mi aventura como educador scout, inicialmente en una fase de bastante ansiedad, pues nadie me enseñó a ser educador scout, y en un corto plazo de tiempo tenemos que aprenderlo por nosotros mismos.

Recuerdo esos inicios como educador, no sabía cómo organizar una reunión de tropa, no sabía cómo conectar con los muchachos y muchachas, incluso las grandes lagunas de conocimientos y técnicas para utilizar.

Conocía mucha teoría sobre dinámicas de grupos, cambios psicosociales de los adolescentes, técnicas de cabuyería, campismo…

Pero todos los días me hacia las mismas preguntas.

¿Cómo enseño todo esto a estos muchachos? ¿Estaré enseñando lo que los muchachos necesitan? ¿Lo que enseñamos es necesario?

Es posible que los muchachos y muchachas aprenden las técnicas scouts, pero ¿llegarán a captar que es realmente los scouts?

Con el paso del tiempo, y la ayuda de muchos otros educadores scouts, fui corrigiendo distintos errores y apuntalando aquellos aspectos positivos como educador scout.

Llegó, no sabía decir que día concretamente, el día que comencé a educar con libertad.

La libertad de educar desde el corazón, de tener seguridad en mí mismo, de comprender qué se puede enseñar y qué no se puede enseñar, qué se puede hacer y qué no se puede hacer en los scouts, de comprender la diferencia entre instruir y educar, de entender que todas las técnicas scouts son una ayuda para emprender el camino pero no el camino, de comprender que tenemos que sintonizar con los niños, niñas y adolescentes, que tenemos que practicar una escucha activa.

En definitiva, estar alegre por lo que hacía, la alegría de sentirme útil a los demás, la alegría de valorar mi trabajo, la alegría por haber escapado de la rutinaria tarea de enseñar técnicas scouts que dificultaban ver el verdadero sendero del escultismo.

A lo largo de estos años en el Movimiento Scout he conocido muchos “educadores”.

Y siento tener que poner entrecomillado la palabra educador, pero en muchas ocasiones muchos de esos compañeros con los que he compartido camino, aún poniendo mucha voluntad en su tarea, no llegaron a disfrutar de su tarea como educador, no llegaron a descubrir la tarea que supone realmente ser un Educador Scout.

Pasaron por el escultismo, dedicaron parte de su tiempo, es decir, parte de sus vidas en unas tareas para las que nadie realmente les preparó.

Nadie les enseñó a pensar y sentir junto a los niños, niñas y adolescentes y ello provocó que en un corto periodo de tiempo, el aburrimiento o la ansiedad pudiese con ellos.

Pero muchos otros educadores scouts, han logrado descubrir la alegría de acompañar, de enseñar, de educar, en definitiva de vivir la magia de la educación scout.

La magia de la educación scout, nos tiene que llevar a ser no sólo educadores scouts, más bien a considerarnos educadores de la humanidad.

Necesitamos ayudar a los niños, niñas y jóvenes a comprenderse a sí mismos y a comprender el mundo que les rodea.

Y para ello nuestra tarea como educadores tiene que ir dirigida a ayudarlos a rescatar el valor humano de los conocimientos que van adquiriendo a lo largo de camino como educandos scouts.

Todos los conocimientos, técnicas, dinámicas… tienen su origen en un hombre o mujer preocupado por enseñar unas cuestiones determinadas.

Y para ello ese hombre o mujer se planteó inicialmente una pregunta, que responde a través del desarrollo del conocimiento.

El escultismo nos plantea que los jóvenes tienen que aprender técnicas de campismo, o cualquier otra, y nos da una serie de pautas que tenemos que seguir como educadores para que el joven conozca y desarrolle las técnicas necesarias.

Pero si realmente queremos que nuestros jóvenes interioricen por qué aprender técnicas de campismo, tendremos que acompañarles para que se cuestionen la pregunta inicial que da origen a las técnicas de campismo.

Nuestra tarea como educadores scouts no es enseñar las técnicas, nuestra primera tarea es descubrir el valor de lo que vamos a aprender, hacer que el joven tenga la inquietud de descubrir la pregunta que se formuló aquel que desarrolló la respuesta.

Las técnicas son respuestas, eso nos lleva a los educadores a tomar conciencia de nuestra responsabilidad para acompañar a los jóvenes para buscar las preguntas.

Los educadores scouts, necesitamos cada día, antes de nuestra reuniones en el local, de nuestras acampadas y campamentos cuestionarnos el sentido que tiene el que nos pongamos delante de esos jóvenes para enseñar esos conocimientos que hemos redactado con anterioridad en nuestros proyectos y programaciones.

Necesitamos conectar con los jóvenes, conocer sus centros de intereses, conocer que es lo que viven, qué les preocupa, qué respuestas buscan en el Movimiento Scout.

Y de una forma especial, descubrir si nuestra tarea como educador y acompañante en el progreso del joven scout les ayuda a plantearse esos interrogantes en su vida y si el Movimiento Scout les ofrece las herramientas necesarias para plantearse preguntas y encontrar respuestas.

Como ya he indicado con anterioridad, para el camino que se nos presenta como educadores scouts, no nos han preparado adecuadamente.

En las Escuelas de Formación, nos enseñan muchas técnicas, incluso con suerte, nos enseñan algunos conceptos de didáctica y pedagogía de la educación, nos muestran el modelo del educador scout ideal, pero no sabemos cómo hacerlo realidad, no sabemos cómo aplicar todos esos magníficos conocimientos.

Tenemos claro que deberíamos hacer en una reunión o acampada, pero no sabemos realmente cómo hacerlo realidad, cómo programarla con éxito, cómo conectar con los jóvenes, cómo desarrollar una buena comunicación, qué disciplina tenemos que llevar, qué contenidos de conocimientos aplicar y en qué nivel de profundidad.

Conocemos la teoría, pero la práctica nos supera.

Nos presentamos en las actividades scouts y ello supone un choque con la realidad que supera a todos esos conocimientos teóricos aprendidos en la Escuela de Formación con anterioridad.

El educador novato, comienza una etapa compleja en su aprendizaje práctico, comienza una etapa de ensayo y error.

Algunos educadores novatos incluso tienen su ideal de educador scout encarnado en algún compañero o en alguno de sus anteriores educadores scouts y comienza una etapa de mucha angustia y ansiedad, pues entra en una etapa de comparación diaria con su ideal de educador, y en su autoevaluación.

Si las cosas no salen como él esperaba, comienzan a cuestionarse si realmente valen como educadores scouts, se cuestionan a sí mismos.

Sin embargo, como he indicado antes, los educadores no necesitan ideales, necesitan descubrirse a sí mismos, necesitan descubrir su propio potencial, valorarse a sí mismos, acompañar a los jóvenes en su propio autodescubrimiento, pasar del plano teórico de las escuelas de formación, al lado práctico y humano de la enseñanza.

Por último, me gustaría resaltar que la tarea de un educador scout, no es una tarea fácil, no es un decálogo que tienes que seguir para convertirte en un buen educador.

Es descubrir un camino de interrogantes y respuestas, es un camino por una montaña donde encontraremos momentos de dificultad que nos ayudaran a superarnos a nosotros mismos, un camino donde tendremos que conocer distintas técnicas para que el mismo no sea peligroso para nosotros e incluso pongamos en peligro la vida de nuestros acompañantes.

En definitiva, un bello camino que ayuda al educador a estar en constante renovación, un camino que genera que el educador esté continuamente inventándose a sí mismo, un camino de descubrimiento y respuestas.

Manuel Antonio Conde del Rio – Educador Scout

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