Es una vergüenza lo de Lampedusa.

Es una vergüenza lo que ha pasado, pasa y ¿pasará? en el estrecho de Gibraltar.

¿Cuántos cadáveres de seres humanos han desaparecido en los fondos del estrecho?

De esos no tenemos foto de bolsas negras alienadas en la orilla de la playa o en alguna nave industrial, tanatorio de fortuna.

Algo no funciona en Europa desde hace tiempo.

O seguimos siendo tan contradictorios como cuando nos dedicábamos a bailar cancán o tango argentino o embarcábamos en el Titanic –también ¡Ay! en tercera clase- durante la Belle Epoque, mientras preparábamos los arsenales de la Gran Guerra.

Sí, porque la Comisión Europea por una parte ha encargado a España e Italia controlar el flanco Sur de Europa para que no se nos cuelen millones de africanos y nos desestabilicen nuestro ya desestabilizado Estado del Bienestar, mientras por otro lado nos pide cuentas por el uso de balas de goma en la playa de Ceuta.

El uso de balas de goma contra personas que intentan ponerse a salvo desesperadamente ganando la orilla de playa es una consecuencia directa del encargo de ser la frontera del Sur, lo cual no exime de responsabilidad ni a la Guardia Civil, ni al Gobierno de España, ni a mi como una célula más que soy de la sociedad española y europea.

Casi nada es lo que parece y los africanos que son peloteados en la playa de Ceuta o naufragan sin recibir auxilio de la Armada italiana cerca de Lampedusa no son los más pobres, que también los hay, sino los más jóvenes, los más atrevidos, los mejor formados -de modo que no desentonarían en cualquiera de nuestras empresas, aparte de por el color de su piel-, los que tienen un tejido familiar y social que les apoya para conseguir el dinero con que pagar a las mafias de las pateras.

En sus países de origen, o en alguna de las Asias profundas, han quedado los que son tan pobres que no pueden ni plantearse soñar con la aventura de hacerse un hueco en el Occidente opulento y aparentemente feliz de las series televisivas.

Manos Unidas lleva cincuenta y cinco años recordándonos, por ejemplo en 2014, que en algún lugar de la India hay tribus que todavía, después de cinco mil años de hegemonía hinduista, no han sido asimiladas a la cultura imperante, no son nadie, no saben leer y escribir –sólo el 8% de los hombres y el 4% de las mujeres- y, ahora que se ha descubierto petróleo en sus tierras, quieren arrebatárselas por las bravas o por la cuenta de resultados.

Manos Unidas quiere ayudarles a tomar el futuro en sus manos.

Eso necesita de inversión en educación, en sanidad, en creación de medios de vida alternativos.

Operación Bocata, Campaña contra el Hambre de Manos Unidas: una ocasión para hacernos cargo de nuestras propias contradicciones, cambiar formas de vida, ser conscientes de las injusticias y denunciarlas, mostrar que un Mundo Nuevo, un Futuro común es posible.

Anotnio Matilla, sacerdote.

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