Los millones de niños afectados por el tifón Haiyan en Filipinas, por el conflicto en Siria, las guerras en África y la pobreza en otras partes del mundo, nos recuerdan a diario lo vulnerable que es la infancia ante los desastres naturales y las atrocidades provocadas por los adultos.
A pesar de ello, se han logrado algunos avances relevantes.
Por ejemplo, la mortalidad infantil bajó en 2012 a unos 6,6 millones, casi la mitad de las registradas en 1990.
La tendencia es positiva, pero se puede hacer mucho más.
La mayoría de esas muertes se pueden evitar con servicios básicos de salud y nutrición adecuada, entre otros aportes.
En septiembre de 2000, durante la Cumbre del Milenio, los líderes mundiales elaboraron los ocho objetivos de desarrollo del Milenio (ODM).
Aunque los ODM están dirigidos a toda la humanidad, seis de ellos incumben de forma directa a la infancia y los otros dos también contribuirán a mejorar las vidas de los niños y niñas.
La Asamblea General recomendó en 1954 que los países instituyeran el Día Universal del Niño, para fomentar la fraternidad entre todos ellos y promover su bienestar con actividades.
El 20 de noviembre marca la fecha en que la Asamblea aprobó la Declaración de los Derechos del Niño en 1959 y la Convención sobre los Derechos del Niño en 1989.
Vía Naciones Unidas