Los recuerdos scouts nos quedan tatuados en la memoria para siempre jamás.
Cuando éramos Castores, casi que no había noche que no echáramos de menos a padres y madres, hermanos, tíos, primos y abuelos. Hasta nos moríamos de ganas de ver el perro gruñón del vecino que tanto miedo nos daba.
Sólo los más valientes resistían a ese gusanillo que cada día, cuando caía el sol, aparecía en nuestras tripas.
Pero para eso teníamos a los responsables que, día a día, minuto a minuto, hacían de nuestros campamentos nuestra mejor experiencia.
Cuando eres un Lobato, ya es otra cosa. Si echas de menos a alguien, lo llevas con un gran y digno disimulo.
Ahora la cuestión es ser un auténtico lobato. Y los lobatos no tienen miedo de nada si están en manada, ¿verdad?
Un Ranger es activo, valiente, dinámico, imaginativo y curioso por definición. ¡¿Sólo 10 días de campamentos?!
Preparas una expedición de lo más ambiciosa: hacer la vuelta a la Península en una balsa construida por nosotros mismos o ir al Aconcagua a dejar la pañoleta del grupo.
Y lo mejor es que da igual si hay que abordar misión o no, la cuestión es pasárselo en grande.
Como Pionero te das cuenta que, realmente, tus compañeros de rama son amigos y hermanos.
No sólo nos ayudamos a cargar la mochila cuando estás subiendo una imponente montaña, sino que estamos al lado del otro para compartir reflexiones, amores y desamores, preocupaciones e inquietudes.
En la rama Ruta la conexión que tienes con el resto de rama es indivisible. Se ha forjado una auténtica unión que ni con una fisión nuclear se conseguiría dividir.
Esto permite que se potencie esta voluntad «typical scout» de ayudar al prójimo y así mejorar nuestro entorno, de servicio, de crecimiento personal mediante las buenas acciones y el trabajo en equipo.
Y, en ocasiones, si tu vocación de servicio es hacia la educación, hayas sido scout antes o no, te conviertes en un auténtico «Responsable responsable». Así puedes transmitir a los chavales todo lo que el movimiento les propone a través de su Programa de Jóvenes.
Es el momento de ver las cosas desde otra perspectiva, de asumir un nuevo compromiso, de sentirse parte de un proyecto más grande que la unidad o el grupo, de educar, de evangelizar, de despertar inquietudes y motivar pasiones.
En definitiva, de hacer de los pequeños scouts, grandes personas, grandes cristianos, grandes scouts.
Pero tu etapa scout no acaba nunca. Porque una vez scout, siempre scout.