Algunos scouts del Grupo Scout Sayela ya han empezado a revelarnos sus divertidos secretos…

 

“Estando de campamento de Semana Santa con mi Clan por Picos de Europa íbamos en un Ford fiesta en cual, para arrancarlo, había que tocar la bocina.

Llegamos a Cain, donde comienza la Ruta del Cares, a la 1 de la mañana con tan mala suerte que se nos paró el coche en medio del pueblo.

Para arrancarlo montamos un escándalo terrible en un paraje encantador…

Con la consiguiente aparición de los vecinos cercanos.

¡No se me veían mis co¬lores porque era de noche!” (Tajo)

 

“En el Camino de Santiago, siendo pionero, en un albergue hice el payaso para intentar “ligar” con una caminante.

Al intentar pasar por encima de un banco me caí al suelo…

Un ridículo importante”. (César)

 

“El día que más vergüenza pasé mientras hacía el payaso fue en una salida con los padres del grupo en Pineda de la Sierra.

Yo era nuevo en el Kraal y conocía a pocos padres.

Un par de responsables me dijeron que tenía que cantar y bailar el “chivirichá”.

No recordaba la canción y la fui improvisando.

Mientras la improvisaba e intentaba que la gente no se diera cuenta que no me la sabía, los dos responsables que me dijeron que tenía que hacerlo estaban muertos de risa viendo lo mal que lo pasaba…”. (Pitu)

 

“He de decir, antes que nada, que esta anécdota vergonzosa la compartimos mi hermana y yo en unión fraternal.

Todo sucedió horas antes del campamento de verano del año pasado cuando ésta y yo, vestida con un pijama a rayas muy gracioso y las zapatillas de estar por casa, bajamos al sótano para coger las mochilas y la ropa del campa.

Al entrar en el ascensor con todo lo necesario, no nos dimos cuenta de que una de las tiras de la mochila se había quedado enganchada a la puerta, con lo que al darle al botón, se colgó el ascensor a poco menos de un metro del bajo.

Como es lógico en estos casos gritamos pidiendo rescate y llamando a la campanita del ascensor, ya que ninguna de las dos habíamos bajado el móvil.

Al cabo de un rato largo, nos oyeron unos vecinos del primer piso, que procedieron a llamar al técnico, mientras un batallón de niños pequeños (sus hijos) bajó a reírse de nosotras.

Yo había convertido el ascensor en un ropero con el fin de encontrar algo más decente que mi pijama gracioso para presentarme ante los rescatadores.

Al final, todo quedó en unas carcajadas y una gran lección: no bajéis nunca al sótano sin móvil porque te puedes quedar sin campamento”. (Dolores y Raksha)

Vía Grupo Scout Sayela